Dañina permisividad

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Me resulta casi imposible recordar sin melancolía como, todavía a principios de este siglo, la actitud de los chilenos que subían por la puerta trasera de las antiguas micros, quienes enviaban su pago al conductor mediante la colaboración de los otros pasajeros, los que, además, le hacían llegar a ellos su vuelto.

¡Qué diferencia con los tiempos actuales! Ahora, incluso pasajeros de barrios acomodados, sencillamente, suben a los microbuses sin pagar su pasaje. Más todavía, hay horarios en la noche en los que la elusión es del cien por ciento.

En otro ámbito, hay una cantidad alarmante de conductores de automóviles que lo hacen en estado de intemperancia alcohólica, incluso hay quienes ya han sido sorprendidos y penalizados por el mismo hecho.

Pero el menosprecio por nuestros semejantes no concluye allí.

Controladores de empresas hay que traman y consiguen vergonzosos procedimientos de colusión y encapuchados que atacan impunemente a carabineros. Asimismo, desde hace tiempo, no sólo actualmente, altos directivos de nuestras autoridades permanecen en sus cargos, pese al grave daño que sus acciones han infringido a sus compatriotas.

No puedo dejar de citar la reciente noticia de la muerte de 185 niñas y niños que han fallecido en diversos hogares para menores durante el último decenio.

La lista es larga, y, si nos proponemos diseñar una nueva constitución, o corregir la actual, no podemos ignorar la inmensa permisividad existente en nuestro país.

Los chilenos no nos encogemos de hombros ante estas realidades, muchos nos inquietamos o, incluso, nos indignamos, pero el producto resultante para el país es nulo, y la nueva constitución debiera promover, necesariamente, el respeto entre nosotros.

He escuchado que en un país, el respeto por sus connacionales se induce desde la niñez, obligando a los pequeños a efectuar el aseo de baños y salas de clase. Esto sucede en Japón, el mismo país en que los responsables de graves daños a su sociedad llegan al suicido.

Pienso que en Chile, una nueva constitución debiera contemplar mandatos que inculquen desde la niñez el respeto a sus semejantes, lo que debiera establecerse de manera explícita en más de un artículo, de manera tan específica como ya se ha establecido una relación entre la remuneración de los parlamentarios y los ministros. Y no debiéramos desperdiciar esta oportunidad.

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