La pelea iba a suceder dentro de un par de calles. Postes de tendido eléctrico a mal traer, no contaban con focos para iluminar. Una eterna pelea a tres bandas permitía esto: la empresa dueña de los postes, la del cableado (había ganado la licitación para cambiar las bombillas) y el municipio del condado, se pasaban la pelota unos a otros. Las apuestas las controlaba un club de ancianos y repartía ganancia con unos cuicos pasados a caca en busca de emociones bravas. Sin embargo, algo varió.
En juego no estaba el honor de nadie, aunque una poca intención por entregar compromisos altruistas pudo teñir la verdadera causa de la riña: ser el mejor ahora, para luego ser invencible siempre. El suburbio, recién entregado a 180 familias numerosas, asegura público. El hacinamiento hace lo suyo y la morbosidad, el resto.
Apenas distante, un paso nivel construido para agua casi siempre inexistente de dos esteros, menos cuando llueve mucho por varios días, disponía de un lugar plano. Ahí se juntaban a boxear; también para las peleas entre perros, drogarse, beber alcohol, tener sexo y escribir en las paredes: Brayhatann ama a Hamberlyhn. Murió allí una prostituta callejera a manos de un trío de hombres. La violaron repetidamente, en la ladera del Estero Puangue. Al terminar la dejaron en el suelo. Las botellas casi vacías y borrachos como estaban, se las lanzaron porque si, en medio del júbilo. El parte policial indica, tenía un corte profundo en un muslo y otro, entre costillas. Pudo de alguna manera desplazarse. Parece quería pedir auxilio o solo salir del lugar. En el paso nivel fue atropellada. Tal vez fueron quienes la violaron, quizás no. Yo creo que si. Quedó boca abajo y aun vivía. En la autopsia constataron, moribunda, tragó tierra. Al abrir su mano derecha, apretada como puño de boxeador, encontraron la foto de una niña, incrustada en un pendiente: “en tu día para la mejor mamá del mundo”; se podía leer. Murió en el lugar, pero cuando la encontraron, aun estaba con vida. Bomberos acudió por el incendio de una camioneta. El aviso lo dieron vecinos. Poco antes fue denunciado el robo del vehículo en Carabineros. El hecho quedó sin culpables. Un abogado tramitó la causa y logró probar la versión del dueño. Años después el hijo de éste, fue encontrado muerto cerca del prostíbulo del pueblo, intoxicado con alcohol. La cabrona de la casa testificó: “el joven salió tarde muy borracho y llevaba consigo una botella de pisco”. Las putas dijeron: “llegó solo y bebió todo el rato”. El abogado, el mismo de la vez anterior, trató de clausurar el local, pero apenas logró le pasaran multas. Una vez al año, van las putas y dejan flores en el lugar del paso bajo nivel donde fue hallada su compañera. Nadie se acuerda cuándo, pero de repente apareció un letrero dando «gracias a la putita, por favor concedido”. Hoy el lugar es conocido como “la Santa Puta del Paso Nivel” y crece el número de placas con agradecimientos.
Los límites del ring no tenían cuerdas y de repente se escuchó una voz ronca, perteneciente a un negro feo, cabezón, de malas pulgas y cuyo apodo es Delfin: “Ya saben las reglas; no hay reglas, pero solo combos de puño. Empiecen!”. Los asaltos se sucedieron uno tras otro, hasta llegar al quinto. La pelea estaba pactada a cinco asaltos y los púgiles por alguna razón, ocupaban el centro del ring. El Chala se llevó la peor parte, pero seguía ahí; reventado de cara y con un baile torpe sobre la punta de los pies. Había aprendido cierta técnica en el Club México, pero fue en unas clases recibidas por “el Sociólogo” donde practicó los golpes sin perder la defensa. Llegó a Curacavi por trabajo y al quedar cesante se afincó acá: “está todo tan cerca”, repetía. En temporadas, limpiaba y cuidaba autos a la salida de la Iglesia, en la Plaza Pdte Balmaceda. Era un diestro reducidor de especies y encontró la manera de usar el tráfico de información para sus fines. Algunos dicen, era informante de los pacos; otros, de los narcos. Se supo, tuvo familia y en la única ocasión se lo vio borracho, mostró un par de fotos de su familia: una mujer y dos hijos. Ese día lloró toda la tarde y sus compinches lo acompañaron en silencio. El rival de El Chala, era “El Ñato Letrao”, un abogado con talento para los entuertos “legales” pero sin brillo en los alegatos. Con doble vida, o en realidad, una sola vida y al menos dos caras, dos maneras de ser. En las peleas, todo un sádico. Su motivo para encajar los golpes era ver, ojalá, los sesos reventados del contrincante sin ser condenado por ello. Sabía los trucos y en el ambiente, infundía respeto y temor por igual.
El Chala no quería ir a esa pelea. Lo motivó el premio. Las apuestas estaban altas y pensó, podía salirse con la suya. Otros motivos impedían a El Ñato Letrao asistir, pero los apostadores lograron convencerlo con varios extras si ganaba y si no, la mitad de los extras. No se, una botella de Whisky en vez de dos, un par de putas en comparación con el prostíbulo entero si ganaba y droga discreta. El Ñato Letrao no necesitaba ello, o si lo quería, podría pagarlo, pero no es lo mismo; para él, sin duda no lo era.
El Chala y El Ñato Letrao se dieron un par de vueltas, con juego de pies. De repente el Chala saca los puños con furia, más bien, cierto enojo. Intentó mantener la distancia sin embargo recibió un combo de manera clara y limpia. El Ñato Letrao embistió de nuevo e hizo un poco de daño. Las apuestas tardías se inclinaron rápido a su favor. El Chala fue embestido en contraataque pero logró zafar. Su contrincante atacó varias veces, repetidas veces y conectó media docena de golpes. El griterío era envolvente pero no salía del lugar en parte, debido al alto tráfico de la Ruta 68; ayudaba también una sordera intencional de los presentes y las apuestas alcanzaban incluso al complejo habitacional. La información era llevada por unos mocosos que cobraban $ 100 por informe. Había una pequeña disputa entre ellos y unos adolescentes que también sacaron su tajada con un Whatsapp de grupo. A ambos les iba bien. Públicos diferentes con costumbres opuestas.
En el último round El Ñato Letrao salió de primera a reventar el cráneo. Estaba enajenado y al Chala le mordió la oreja en dos ocasiones. En la última le arrancó una parte y el sangrado encendió el ímpetu descontrolado del Ñato Letrao al encajar un golpe de abajo, casi demoledor. El Chala cayó, pero se repuso. Estaba endeble y su baile de pies más bien daba la sensación de estar en desequilibrio. “Te conozco culiao y no vai a ganarme”, le gritó el Chala a El Ñato Letrao. Eso no lo impresionó y mantuvo su posición de ataque. El Chala entró en un ciclo respiratorio ascendente y se fue directo a la pelea. El Ñato Letrao intentó mantener la distancia y realizó un desplazamiento curvo para llevar a El Chala a un sector desnivelado del terreno. Trató de sacar ventaja para propinar su golpe de muerte: una izquierda sacada desde atrás, por arriba. El Chala esquivó y pegó tres o cuatro golpes certeros en la nariz de El Ñato Letrao. La sangre empezó a correr y dificultó su respiración nasal. Luego el Chala recibió el golpe de muerte, pero no lo mató, ni lo tumbó. Pudo con eso. Después todo fue rápido y los presentes dejaron de gritar. Resolvió a su favor la combinación de mantenerse a distancia y bailar con los pies. Mientras recibía el golpe de muerte, logra sacar uno desde abajo que conecta en el mentón de El Ñato Letrao y lo deja en el suelo, pero se repone con dificultad. Sin ruido, con el público callado, ambos contrincantes frente a frente con sangre, extenuados y las apuestas sin definir, se escucha la voz de unos cabros chicos: “vienen los pacos!!”. Nadie sale corriendo, sino, se van lentos. Los pacos llegan y encuentran a El Chala y a El Ñato Letrao parados, más tres personas, uno de los cuales era quien dio el inicio a la pelea. “Pasa algo acá”, dijo el cabo Manriquez. “Aca no pasa nada”, contestó El Chala. “Es cierto, no pasa nada”, repitió El Ñato Letrao. “Y la sangre?”, replica el paco. “Nada, caminábamos y nos caímos. Justo nos levantamos cuando uds llegaron. Cierto amigo Chala?”, comentó El Ñato Letrao. “Así es Ñato”, zanjó El Chala. La llegada de los pacos era parte del espectáculo. Oportunos, comparecen siempre al final para acordar el impuesto de la apuesta. “Y el dinero de las apuestas?”, preguntó el capitán Stanfield, un rubiecito blanquito con cierto parecido a la primera autoridad del condado. “Cuál apuesta capitán?… Si acá nosotros íbamos en una dirección y los amigos allí parados en otra. De repente se caen. Quisimos ofrecer ayuda, pero se pararon solitos. En eso uds llegaron…”. Así fue, cantaron al mismo tiempo El Chala y El Ñato Letrao .
Al lunes siguiente El Chala llegó a limpiar autos frente a la Iglesia del pueblo con un parche en la oreja. La curación se la hizo el mismo y la misma sonrisa de siempre lo acompañaba. El Ñato Letrao pidió dos días administrativos de permiso y se quedó en casa sentado a un costado de la cama, en su dormitorio. Dicen, al amanecer, encontró la imagen de Mike Tyson en el espejo. Se quedó largo rato, primero, sorprendido, también honrado. Tyson es su héroe. Al final de la tarde, sacó pecho y juró morir en las peleas callejeras con el apodo de “El Abogao Tyson”, pero jamás volvió a ser el mismo. Antes de eso, decidió participar en un concurso de casinos por el mejor doble de Mike Tyson y su manera más distintiva de hacerlo fue: mirar de modo semejante.
Los apostadores, apegados a una costumbre cuando no hay un ganador y la contienda termina en empate, entregaron el 70% del dinero a la familia de un joven que se quemó la mano, con grave incidencia en la movilidad y altos costos por asumir en la clínica. El resto era para pagar a los palos blancos, los cabros chicos (además recibían paga por llevar la información), ciertos servicios “a crédito” en el prostíbulo, colocar un ramo de flores a la Santa Puta del Paso Nivel y acordar con alguien la limpieza del lugar.
Se nota oficio. Me agradó leerlo, buena historia.
No me gusta el boxeo pero si me agradó el texto, es envolvente y toca una realidad en «el condado» (casi igual a Curacaví): la prostitución. Sería interesante hablar sobre esto. NO es tan notorio pero tampoco hay que bucear. saludos y siga publicando
las apuestas en los barrios parece, siempre son con la aprobación de la policía….
me acuerdo de las peleas a las afuera del liceo….
Me gusto mucho……coincido en que es de una lectura envolvente……