Les contaré una historia.

Había una vez un grupo de jóvenes que estaban cansados de los privilegios que tenían. No les gustaba el conservadurismo de sus padres, pero sin reclamo recibían mes a mes la «ayuda» que ellos sentían una obligación familiar. Entonces se unieron y armaron un grupo, porque pensaban que el culpable de todo era el sistema, y no lo que hacían sus padres para darles los privilegios que gozaban, que es la reproduccion de ese sistema. Y así decidieron organizarse precariamente para hacer una «revolución», pero esta debía ser la más grande, la más trascendente, la que nunca se ha hecho. Luego decidieron renegar de las otras revoluciones porque esta sería tan perfecta que no podía emparentarse con las anteriores ni mucho menos con las que sucumbieron ante las armas de la dictadura. Se preguntaron cómo y contra quiénes sería posible iniciar esta «revolución». Y ahí, uno de los que se suponía más inteligente, dijo que contra los comunistas. Porque esos habían hecho revoluciones en el mundo y sucumbieron, y en Chile habían resistido y combatido la dictadura tan decididamente que hasta lograron volver a integrar un Gobierno y producir cambios. Cambios que incluso permitía que ellos tuvieran una mayor presencia política a pesar de ser una organización emergente y precaria, que a su corto andar ya se había dividido. Entonces, al igual que los grupos más reaccionarios iniciaron una disputa contra los comunistas.

Y así fue como este grupo de «rebeldes revolucionarios» quisieron ir a iniciar su acto con la toma de una sede de los partidarios de Recabarren. Pero como son ingénuos e ignorantes del funcionamiento militante, no creyeron jamás que se encontrarían con la fuerza y unidad de jovenes, obreros, trabajadoras y dirigentes políticos que estarían discutiendo y organizando pasos más trascendentales que esa arenga visceral y carente de fundamentos. Porque ellos sólo querían mostrar que son tan «revolucionarios» que irían contra los mismos revolucionarios chilenos. Los que habían estado en masacres obreras, en miles de marchas y luchas de los trabajadores, y habían resistido y luchado como nadie a la dictadura civil-militar chilena. Y bueno, qué pasó. Fracasaron como el idiota que quiere derribar una pared soplando, sólo para demostrar que sopla fuerte. Fracasaron porque el origen de su descontento es individual y no colectivo. Fracasaron porque se creen la verdad en la historia, como los utopistas franceses que hoy nadie recuerda. Fracasaron porque no tienen base social militante y sólo operan como un grupo nepotista y monoclasista pequeñoburgués. En definitiva, fracasaron porque ni siquiera saben lo que pasa en el país que viven.