Ah, el imperio. Sus dioses y costumbres serán los nuestros, nuestras sus conquistas sociales. Durante las generaciones anteriores -60, 70- algunas y algunos militantes progresistas se negaban a aprender inglés por lo que significaba el imperialismo que en ese tiempo era denostado fogosamente por el Che y por toda la izquierda. No todos, porque la bailarina Joan Turner le mostró a Victor Jara, esta vez la otra parte del Imperio, el otro el imperio, el británico, al que muchos marxistas duros peregrinan a ver el lugar en donde descansa –no le habría gustado esa palabra- Karl Marx. Pero Turner, luego Joan Jara, mostró el lado progresista de la izquierda inglesa, la historia de las Trade Unions, pero especialmente el teatro más subversivo del Reino Unido. Hay que recordar que en Chile se estrena por primera vez la obra The ruffian on the stars, de Joe Orton (1964), una sórdida historia entre un matón y una prostituta –realismo sórdido- escrita por un homosexual y antecedente de las literaturas de género. Orton podría ser comparado a Lemebel, para tener una idea más o menos general del asunto. Entonces tenemos una mujer, una bailarina inglesa, mostrándole el lado no conocido de la cultura británica a Victor Jara. Los imperios son los que más resienten el capitalismo, las clases bajas de esos imperios, y es ahí donde se producen los cambios, traumas, el ensayo y error de las revoluciones y conquistas. (8 de marzo de 1857, matanza de 120 trabajadoreas textiles; mártires de Chiago, Saco y Vanzetti, y la historia es bastante más extensa).
Al otro lado del atlántico, tenemos el cine de Ken Loach, cuya última película fue tildada de panfletaria por la prensa chilena pero que muestra la realidad de la cesantía en el Reino Unido. De un cesante que ya no encuentra pega por la edad, y que encima se hace amigo de una madre soltera inmigrante. Ni hablar del clásico documental The Weather Underground, el film que narra la resistencia armada en EEUU y en donde las mujeres son bastante más protagónicas que los hombres. Es realmente emocionante cuando ponen un petardo en la ITT para repudiar el golpe de estado en Chile. Hoy quizás ya no existe ese prejuicio ciego con el imperio, con los países de habla inglesa de donde salen activistas como Naomi Kein (Canada) Noam Chomsky (EEUU) Terry Eagleton (UK) y tantos otros intelectuales que nos aclaran desde dentro el funcionamiento del capitalismo salvaje, asfixiante. Hoy no es así porque muchas de las conquistas, sobre todo de género, provienen de la compacta república del Norte, como decía Bello.
Fraguadas en ese ambiente, aparece la literatura, en este caso, nos referiremos a Sharon Olds, con una muestra de sus poemas. La poesía de Olds es confesional, a pesar del intento por desmarcarse de referentes como Sexton o Plath, poetas asociadas con lo que se considera por el mundo machista como femenino: el diario de vida, la confesión, la intimidad. Olds hace esto y le da un giro radical. Es un diario íntimo, femenino, de deseos, imaginación y constantes referencias a la sexualidad y a la muerte. Sus tópicos preferenciales; nada nuevo, eso está claro, pero se trata de un discurso femenino de placer y asombro, que pareciera haber sido postergado hasta nuevo aviso en medio del panorama feminista actual, que pospone el goce, la entrega y el erotismo con un estado de alerta permanente, una vigilia guerrera de los sentidos. Los poemas de Olds, donde existe veneración hacia el género masculino, son un discurso raro hoy en día entre las mujeres. La oda al sexo masculino en “Primeras imágenes del cielo”, por ejemplo:
sus tamaños, sus ángulos, todo en ellos
fuera tal y como yo lo hubiera diseñado
si los hubiera inventado. La piel, el modo en que la piel
se endurece y se ablanda, su flexibilidad
el modo en que la cabeza apenas cabe en la garganta,
su punta casi tocando la válvula del estómago-
y el pelo, que se extiende, o se arruga, delicado
y libre—no pude superar todo esto,
esta pasión tan intensa en mí
como si hubiera sido hecho a mi voluntad, o mi
deseo hecho a su voluntad—como si lo hubiera
conocido antes de nacer, como si
me recordara a mi misma viniendo
a través de él, como Dios
Padre todo a mi alrededor.
Los poemas hacia el padre – donde aparece una fascinación, un asombro levemente incestuoso ante esa criatura distinta. Hay veneración hacia una figura masculina, construyendo la masculinidad no desde la figura del macho, sino de otros rasgos: una serenidad (la serenidad del padre -que era alcohólico-, figura fuerte en Olds) e incluso una cosificación del cuerpo masculino que desata una imaginería erótica y casi infantil en Olds (el mismo poema sobre los penes, la piel “delicada como un seno, voluptuosa como la piel de un bebé, pero seca” de su padre o la visión de su padre como un “cordero esquilado” cuando lo sorprende desnudo mientras caga en el baño).
La menstruación es todo un tema en el conflicto entre los géneros. Ha sido uno de los caracteres femeninos más reivindicados en los movimientos feministas contemporáneos, en respuesta a la antigua práctica de aislar a la mujer menstruante, como si estuviera enferma. En el poema “Cuando te viene”, Olds habla de la menstruación como un elemento de conciliación entre géneros, sin poner tanto énfasis en el acto de incomodar:
El feminismo de Olds no es una ideología de trinchera, sino que va en reivindicar los deseos más íntimos y prohibidos del ser femenino. Esa es su transgresión.
Paula Jiménez, dice sobre Olds: Y si digo que es fatal, es sobre todo teniendo en cuenta que el feminismo atravesó desde el comienzo su obra, buscando liberarla de las cadenas que atan a la elección de un lenguaje y un imaginario neutrales y sumisos al poder patriarcal. Ser la que fue dejada es, sin duda, un título irónico que muestra hasta dónde una frase vulgar se hace carne incluso en un cuerpo que ha combatido los lugares comunes, las trampas discursivas, los estereotipos debilitantes de las mujeres.
Leiderman y Foglia, en el prólogo de Salto de Ciervo dicen sobre el confesionalismo de Olds que: “lo suyo es, más bien, lo inconfesable: más que por el arrepentimiento o la catarsis propios de la confesión,lo que producen determinados versos, es una especie de tentación morbosa ante lo prohibido, lo que “no debería decirse”.”
Olds es directa en cuanto al deseo, llega a ser incluso perversa u obscena. Su poética es valiosa en el contexto actual. Nos enfrenta con una idea de cuerpo libre, nos obliga a no soslayar los detalles del encuentro erótico. Quizá incluso sería educativo sentimentalmente, en el sentido de poder distinguir cuándo existe realmente un acto de violencia sexista, de humillación y de sometimiento. Son parámetros difíciles de establecer. Pero correr el riesgo de volvernos un país aún más culposo, más reprimido y reglamentado aún en términos de sexualidad puede tener precisamente el efecto contrario: en el encierro de un subconsciente reprimido sin ninguna vía de comunicación con el exterior, las fantasías eróticas pueden distorsionarse hasta la psicopatía.
La maledicencia de Olds eleva la pulsión inconsciente de lo femenino y desdibuja esa imagen que hace exclusivamente del hombre un degenereque. La mujer experimenta la misma tentación morbosa hacia lo prohibido y lo tabú, a lo que no debiera decirse. Esto es algo que generalmente no se puede reconocer cuando hay un movimiento político en curso, puesto que se tiende a idealizar al sujeto oprimido según parámetros cristianos, occidentales, moralistas (el buen salvaje, la visión romántica del obrero para el izquierdista juvenil). Olds es una mujer revulsiva en este sentido, una poética feminista y revulsiva, de mal genio, sobresexuada y jodida. Por eso no nos resulta confesional en el sentido de una victimización acusativa -muy de moda-, sino confesional en el sentido de ironizar con un horror, maledicente, con lo prohibido, transgredir, un espacio femenino incómodo, no esa feminidad que busca congraciarse con su esencia espiritual, volver a la pureza de su ontología femenina, etc etc.
Se hace difícil también encontrar un lugar o una postura desde la que la mujer pueda hablar de amor hacia un hombre. La dirección va a la inversa: hay que abortarlo. Pero aún en la malediciencia de Olds, existe una fragilidad, una herida, un daño producto de una relación con un hombre ausente. Esto no la vuelve sumisa, pero si la somete al rigor de un dios terrible, el amor, eros, cuya ausencia provoca un vacío desesperante que finalmente degradará la pasión en cortesía.
Dijimos que Sharon Olds es una poeta directa, confesional de lo inconfesable, por momento nos recuerda a De Rokha con sus maledicencias. Sin duda integrará las filas de las grandes poetas estadounidenses, pero de las que son confesionales (Plath, Sexton) debo decir que son completamente gusto de la adolescente clásica: rebelde, imprecatoria, tierna. Hago el paréntesis con De Rokha porque esto me parece que podría haber sido escrito por él: “El dolor del pasado encerrado zumba/ en la caja de la infancia en su escritorio, bajo/ el terrible ojo esférico del estanque/ con grabados de rosas a su alrededor, donde/ el odio a ella misma se contempla en su pena. / Mierda. Muerte”. Mandar a la mierda al padre o mandar a la mierda cualquier cosa puede funcionar… para un público adolescente o para el público que jamás comprará un libro de poesía.
O de su pacto con el diablo y el rechazo a comer con Laura Bush en plena guerra son anécdotas que reemplazarán a la lectura de los poemas, un rumor de fácil y previsible dispersión, que quizás ayude a la difusión del nombre de la poeta, aunque no se sabe si a la lectura de sus poemas (como cuando se habla de Mistral como proto-feminista, que no lo era o lo era de manera muy particular, tiene incluso un texto explícitamente llamado “Contra el feminismo”).
La sexualidad, la muerte y lo revulsivo son una excelente receta y esta heredera de las confesionales (aunque en el prólogo a la edición argentina se diga que más que confesión, ella habla de lo inconfesable, interesante juego de palabras). Como sea, es innegable el nexo con Plath y Sexton, y con los realismos sucios que hoy se leen con nostalgia y hasta piedad. Lo que sorprende sino su fuerza lírica. gruesa, brusca y exclamativa, quizás serviría para revisar nuevamente el concepto de maldito, maudite o amarditamiento que hoy suenan completamente anacrónicos. Ya iremos a los poemas uno por uno y en panorámica.
El poema de amor –un reto duro, más por una mujer- de Olds es una nota alta, completamente poco premeditado, aprece haber salido de un envión. No sólo sale airosa sino que hace una pieza memorable, luego el poema del Atril, en donde cuestiona sutilmente el rol de la modelo desnuda que actúa como prisión para una artista. Prosaica, infantil, sencilla, puede declarar a raja tabla su amor o su ateísmo, encanta completamente. Cuando viene la regla por ejemplo, o cuando le gusta la forma de los penes, eso es completamente nuevo, celebratorio, la distingue de lo adolorido, que es una tendencia bastante frecuente en la poesía chilena femenina hasta los años 90 más o menos. Pero las mujeres bravas no se quejan, hacen quejarse a los hombres llevándose ellas su cuota correspondiente de placer, como decía Susana Thenon, la poeta argentina, que las gringas académicas vienen a buscar alcohólicas, adoloridas y desdichadas, y lo que ella propone es la única manera de hacer feminismo: las sanas y alegres.