La comuna de Curacaví, con una población que bordea las 35 mil personas y una ubicación estratégica junto a la transitada Ruta 68, enfrenta una paradoja en su sistema de salud que clama por una revisión profunda. A pesar de su crecimiento demográfico y la constante exposición a emergencias viales de alto impacto, la infraestructura sanitaria se ha mantenido en una categoría de «Hospital Familiar y Comunitario» enfocado en la atención primaria. Esta configuración, si bien valiosa en su ámbito, genera una brecha insostenible entre las necesidades reales de la comunidad y la limitada capacidad de respuesta, obligando a los vecinos a depender de hospitales metropolitanos para cualquier atención especializada.
La actual dependencia de centros como San Juan de Dios o Félix Bulnes para derivaciones de especialidad es un reflejo de una visión centralizada que ignora las particularidades geográficas y demográficas de Curacaví. El hecho de que se haya considerado incluso la posibilidad de retirar a las matronas de la comuna subraya esta desconexión. No se trata solo de la falta de un neurólogo o un cardiólogo, sino de una desvalorización de la salud local que afecta directamente la calidad de vida de sus habitantes, quienes deben invertir tiempo y recursos significativos en desplazamientos, a menudo en momentos de vulnerabilidad.
Uno de los puntos críticos que exacerba esta situación es la constante atención a los accidentes de tránsito que ocurren en la Ruta 68. Los incidentes en esta vía, una de las más transitadas del país, absorben una parte importante del personal de Urgencias del Hospital Dr. Mauricio Heyermann, de Curacaví, incluyendo los centros extensivos de atención primaria de los CECOSF Valmi Aguirre en el sector norte y María Salas en el sector rural de Cerrillos. Este personal, capacitado para la atención primaria y de emergencias básicas, se ve desbordado y desviado de sus funciones habituales, impactando directamente en la atención de salud de los propios vecinos de la comuna, quienes ven mermada la disponibilidad de recursos y tiempos de respuesta para sus propias necesidades.
La comunidad de Curacaví, en un ejemplo encomiable de participación ciudadana, ha luchado incansablemente por un hospital de mayor complejidad, con propuestas de larga data y gestiones que lamentablemente no han rendido los frutos esperados. La labor de figuras como la concejala Marcela Sepúlveda, o las gestiones de la directora Katherine Moen (a quien se le reconoce el logro de incrementar las mamografías para mujeres hasta los 64 años y la inclusión de sillas de diálisis), demuestran que existe una voluntad interna y una capacidad de gestión local que necesita ser respaldada por políticas de salud más ambiciosas. La existencia de instancias participativas como los sectores Amarillo, Verde, Naranjo y Azul, donde vecinos y hospital trabajan en conjunto, es una base sólida para el cambio.
El anuncio de un «nuevo hospital» con recursos asignados, pero que se mantendrá en la misma categoría actual, es una oportunidad perdida y una muestra de cómo las soluciones a veces no abordan la raíz del problema. Si bien se reconoce la inclusión de sillas de diálisis y un helipuerto —mejoras importantes—, estas adiciones palian solo parcialmente la falta estructural de un centro que pueda ofrecer especialidades in situ y manejar de forma eficiente la doble carga de la población local y los accidentes de la ruta. Es fundamental que la voz de la comunidad, como la propuesta de la vecina Susana Córdoba y el grupo de la Ruta 68, que aboga por compensar los impactos de la carretera con un nuevo hospital de verdad, sea escuchada y tomada en cuenta.Por ello, propongo la construcción de un Hospital de Mediana Complejidad en Curacaví, con capacidad para atender al menos cuatro especialidades básicas de alta demanda (Medicina Interna, Cirugía General, Ginecología/Obstetricia y Pediatría), además de mantener y potenciar la Urgencia y la Salud Familiar y Comunitaria. Este nuevo recinto debería contar con un equipo médico y de enfermería ampliado, infraestructura adecuada para atender politraumatismos de la Ruta 68 sin desatender a la población local, y un sistema de telemedicina robusto que conecte con los grandes hospitales de la Región Metropolitana para consultas especializadas no presenciales. Este no es un lujo, sino una necesidad imperiosa para garantizar el derecho a la salud de los curacavinanos y aliviar la presión sobre el sistema de salud




