«En el marco de la conmemoración del Día Internacional del Detenido Desparecido, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, presentarán la exposición Vivas voces: verdad y justicia ahora que consta de más de 600 fotografías de víctimas de la Dictadura.
Se trata de una muestra que expone las primeras imágenes con las que los familiares, a través de la Vicaría de la Solidaridad, comenzaron a buscar a los desaparecidos hace más de 40 años.
Junto a esta muestra, también se exhibirá Periódico de tela: una cronología de la dictadura militar vista por mujeres, una selección de 52 arpilleras que fueron confeccionadas en los talleres de Santiago que conformaron familiares de detenidos desaparecidos y presas políticas y que fueron donadas al museo el año 2009.
La inauguración de la muestra se realizará el domingo 30 de agosto a las 12 horas en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos ( Matucana 501, Metro Quinta Normal, Santiago)» (1).
Los casos en Curacaví de detenidos desaparecidos:(2)
Luis Alfredo Díaz Jeria, soltero, 20 años a la ocurrencia de los hechos, comerciante, fue detenido el 20 de septiembre de 1973 por efectivos de Carabineros de la Tenencia de Curacaví, en momentos que se encontraba a la salida de un establecimiento comercial acompañado de su novia. Fue trasladado a dicha Unidad Policial desde donde desapareció el 27 de septiembre. Su madre, doña Ana María Jeria Zúñiga, expresa en el respectivo proceso judicial por el desaparecimiento del afectado, que la aprehensión fue practicada por 3 funcionarios de Carabineros que se movilizaban en un jeep de la Institución, y que uno de los aprehensores era de apellido «Espinoza», y otro de nombre «Cirio». Agrega que el acto de la detención fue sumamente violento, se castigó a la víctima desde el mismo momento de su aprehensión y que al concurrir al recinto policial fue conminada a permanecer callada; no obstante, le llevó ropa y comida, y en un momento logró ver a su hijo a través de la abertura de un portón. En otra oportunidad, lo vio fuera del recinto policial cuando, en compañía de otros detenidos, fueron sacados en una camioneta color plomo y obligados a desarmar unas casas prefabricadas de madera que fueron trasladadas a la Comisaría. El 26 ó 27 de septiembre, al concurrir al recinto policial, la señora Ana María Jeria, fue informada por el Teniente Aravena que su hijo ya no estaba en dicho lugar y que había sido trasladado al Estadio Nacional. Días después, a las tres de la madrugada, 4 carabineros, de apellidos Valenzuela, Espinoza, Valdebenito y un Sargento a quien decían Exequiel, allanaron su domicilio y dijeron buscar al afectado; al representarles lo absurdo de la situación, estos se retiraron manifestando que ignoraban en dónde podría encontrarse Luis Alfredo.
De la permanencia del afectado en el recinto policial de Curacaví, dan cuenta los testimonios de personas que en esos mismos días permanecieron recluidos allí. Don Vicente Rubio Gálvez, expresa en su testimonio judicial que efectivamente a fines de septiembre de 1973 fue detenido por funcionarios de la Comisaría de Curacaví y llevado a esa Unidad Policial; sus aprehensores fueron el Sargento Espinoza y un carabinero de apellido Valdebenito. Estuvo en una misma celda con Luis Díaz Jeria, a quien sacaron un día jueves en la mañana no volviendo a tener noticias de él. La víctima le manifestó que el carabinero de apellido Donoso lo golpeaba cada vez que lo sacaba de la celda, lo que le provocaba fuertes dolores en los testículos. Don Juan Guillermo Segura Díaz, expone en su testimonio judicial haber estado detenido en la Tenencia de Curacaví desde el 26 al 28 de septiembre de 1973. En la Unidad Policial se encontraba arrestado Luis Alfredo Díaz Jeria a quien conocía de antes. Este le manifestó que lo habían golpeado y le mostró unos hematomas que tenía en el estómago. Don Segundo Salvador Valdebenito Barrera, declara en su comparecencia al Tribunal haber estado detenido en la Tenencia de Curacaví 4 días en el mes de septiembre de 1973. Allí vio a Luis Alfredo Díaz a quien conocía por ser del mismo pueblo. Finalmente, don Juan Núñez Oyarzún expresa en su declaración judicial que efectivamente fue detenido por el Sargento Espinoza y trasladado a la Tenencia de Curacaví, los días posteriores al 11 de septiembre de 1973; Núñez agrega que al día siguiente de su detención, llegó a la Tenencia en calidad de detenido Luis Alfredo Díaz Jeria. Todas las noches eran sacados de las celdas y los castigaban. El testigo vio como uno de los policías golpeaba y obligaba a comer excremento de caballo a Díaz Jeria, quien se encontraba bastante maltratado, producto de los tormentos a que había sido sometido. En una oportunidad, fue sacado de la Unidad a desarmar unas casas prefabricadas en compañía de otros detenidos, entre los cuales se encontraba la víctima.
Por su parte, doña Nancy de las Mercedes Nataly Castillo, novia de Luis Díaz, expone en su testimonio judicial que efectivamente ella se encontraba junto al afectado cuando éste fue detenido por Carabineros, entre los cuales reconoció al policía de apellido Espinoza. El mismo día de la detención concurrió a la Tenencia de Curacaví en donde logró verlo. Al día siguiente también lo vio y además le entregaron unas ropas que estaban manchadas con sangre. Ese mismo día vio a Luis Alfredo descargando unas casas al frente de la Tenencia. Después del arresto, los Carabineros de la Tenencia la llamaban «La Viuda».
Su familia realizó numerosas gestiones y diligencias para saber de su paradero, pero todas ellas resultaron infructuosas. Incluso, en los primeros días de su desaparecimiento, concurrió a la Cuesta Barriga en donde se sabía que habían sido ejecutados varios prisioneros políticos. Dice doña Ana María Jeria en la querella criminal presentada por el secuestro de su hijo que «aún cuando en este lugar, obreros de vialidad estaban ‘limpiando’ la Cuesta y que vimos un cadáver, resto de vestuario, sangre y un persistente y penetrante olor a restos humanos, no logré encontrar a mi hijo».
GESTIONES JUDICIALES Y/O ADMINISTRATIVAS
El 12 de mayo de 1979, se presentó querella criminal por el delito de secuestro en contra de los funcionarios de Carabineros que procedieron a su detención. El libelo fue presentado ante el Juzgado de Letras de Casablanca, siendo signado con el rol 20.103, en cuya tramitación Carabineros remitió la nómina de efectivos de la institución que cumplían funciones en la Tenencia de Curacaví en la fecha de los hechos, y en la cual figuran los carabineros cuyos apellidos ya fueron individualizados. Asimismo, se emitió una orden de investigar a la Policía de Investigaciones de Valparaíso y a la Tenencia de Carabineros de Curacaví. El 30 de mayo de 1979 compareció ante el Tribunal el Capitán de Carabineros Gerardo Alejandro Aravena Longa, quien expresa que estuvo a cargo de la Tenencia indicada desde 1972 hasta comienzos de 1974 y durante ese período nunca ha tenido noticias de un secuestro y no recuerda haber conocido a ningún individuo llamado Luis Alfredo Díaz Jeria. El 8 de junio de 1979, el Juzgado de Letras de Casablanca se declaró incompetente de seguir conociendo los hechos y remitió los antecedentes al II Juzgado Militar, Tribunal que aceptó su competencia y ordenó a la Segunda Fiscalía de Santiago instruir la causa 437 79.
En la causa 437?79 se recibieron informadas las órdenes de investigar ya emitidas, las que no dieron resultado alguno. En ambas se entrevistó a la denunciante, quien ratificó sus dichos. Ante el Fiscal Militar, compareció nuevamente Gerardo Aravena Longa, quien expuso que las personas que fueron detenidas desde el veinte de septiembre en adelante en Curacaví fueron por sospecha, quedando en libertad posteriormente por no haber méritos en su contra en la misma localidad de Curacaví; de la totalidad de los detenidos en Curacaví, desde el veinte de septiembre en adelante ninguno fue enviado al Estadio Nacional. Posteriormente compareció el Sargento Segundo de Carabineros César Valenzuela Sepúlveda quien expone que efectivamente conocía a Luis Alfredo Díaz Jeria y a su madre cuando prestaba servicios en la Tenencia de Curacaví; agrega que Díaz Jeria en varias oportunidades llegó detenido a la Tenencia, con anterioridad al 11 de septiembre de 1973; pero que es completamente falso que los días posteriores al 11 de septiembre haya sido detenido por personal de la Tenencia y llevado a la unidad, por cuanto él se acordaría perfectamente de él ya que lo conocía, y es falso que haya concurrido al domicilio de Luis Jeria. Por su parte, el Suboficial de Carabineros en retiro, Manuel del Carmen Espinoza Aguilera, expresa en su comparecencia al Tribunal que efectivamente en la fecha indicada prestaba servicios en la Unidad de Curacaví y que conocía a Luis Díaz Jeria, quien estuvo en varias oportunidades detenido por diferentes delitos; pero que es absolutamente falso que con posterioridad se le haya detenido. El Suboficial recuerda que los días posteriores al 11 de septiembre de 1973 él comentaba a los funcionarios de la Tenencia del porqué no aparecía el «Cabeza de Chuzo», alías de Díaz Jeria. También dice el declarante, que es falso que haya concurrido al domicilio de Díaz Jeria a preguntar por él después del 11 de septiembre. El Cabo 1° de Carabineros Arnoldo Alfredo Valdebenito Sanhueza, expone en su declaración judicial que efectivamente prestaban servicios en la Tenencia de Curacaví en la fecha indicada; pero no recuerda haber participado en ninguna detención de Luis Díaz Jeria, a quien no conocía ni menos a su familia. Ante la Fiscalía comparecieron otros Carabineros que a la fecha de ocurridos los hechos prestaban servicios en la Tenencia de Curacaví, quienes no aportaron nuevos antecedentes a la causa. Asimismo, declararon los testigos de reclusión, Vicente Rubio Gálvez, Nancy Nataly Castillo, Juan Guillermo Segura Díaz y Juan Muñoz Oyarzún ratificando sus dichos.
Por otra parte, se recibieron informes negativos de Policía Internacional, Ministerio del Interior, Servicio de Investigaciones, CNI, y se recibió el extracto de filiación de la víctima. El 10 de diciembre de 1982, el Juez Militar sobreseyó total y temporalmente la causa con el fundamento de que no obstante encontrarse agotada la investigación no resulta completamente justificada la perpetración de los hechos denunciados.
Los antecedentes antropomórficos de Luis Alfredo Díaz Jeria fueron anexados a la causa 4449 AF del 22 Juzgado del Crimen de Santiago por el delito de inhumación ilegal, en el Patio 29 del Cementerio General, de personas no identificadas muertas entre septiembre y diciembre de 1973. El Juez Instructor de la causa ordenó la excavación de 108 tumbas en septiembre de 1991. De allí se exhumaron 125 cuerpos, los que fueron remitidos al Instituto Médico Legal. En la actualidad (fines de 1992) se está a la espera de los informes periciales de identificación.
José Guillermo Barrera Barrera, casado, 2 hijos, camionero, dirigente sindical, simpatizante socialista, fue detenido en su domicilio por Carabineros y Militares que actuaron encapuchados la noche del 14 de marzo de 1974, desde allí fue sacado con destino desconocido.
Anteriormente el afectado había sido detenido el 14 de septiembre de 1973, también en su casa en la localidad de Curacaví. En la oportunidad la patrulla de Carabineros actuó al mando del Teniente Gerardo Aravena Langa de la Tenencia de Curacaví. De allí los funcionarios policiales trasladaron al detenido hasta el recinto de Carabineros mencionado.
Posteriormente, la noche del 16 de septiembre de 1973, fueron sacados desde la mencionada Comisaría seis detenidos: Jorge Toro Toro, 30 años, suplementero; Jorge Yáñez; Justo Joaquín Mendoza Santibáñez, 23 años, soltero, obrero de militancia Comunista; Segundo Nicolás Gárate Torres, 27 años, soltero, militante de la Izquierda Cristiana; Jaime Cabrera; Enrique Patricio Venegas Santibáñez y José Barrera. A ellos se les dijo serían «trasladados al Estadio Nacional en Santiago», recinto deportivo habilitado por la Junta Militar como campo de prisioneros.
Según informara el propio afectado a su familia, antes de salir los formaron y Jaime Cabrera – un fotógrafo de Curacaví- los fotografió, después los subieron a 2 vehículos, una camioneta color plomo y un jeep color verde (requisado a una empresa del lugar).
Custodiados por policías armados fueron conducidos hasta «Cuesta Barriga», una vez allí los hicieron bajar, con un trato muy malo, luego los hicieron subir hasta los restos de una casa y en lo que era la cocina los pusieron a los 7 detenidos de espaldas a la pared, mientras eran alumbrados en la cara con linternas. Se pararon ante ellos 5 carabineros, dirigidos por el Teniente Gerardo Aravena, quien dio la orden de disparar. Todos los detenidos cayeron con las ráfagas de metralleta, sin embargo, relata Enrique Venegas, uno de los sobrevivientes, quien sólo fue herido en una pierna: «A mi lado cayeron los demás fusilados. Después de descargar las metralletas, el grupo de ajusticiadores se acercó a nosotros y nuevamente fuimos alumbrados por las linternas. Sentí que alguien se aferraba a mi chaqueta, pude darme cuenta que se trataba de «Ñico Gárate», que se encontraba en estado agónico… se acercó el Teniente y descargó su revólver en la cabeza de Gárate…» finalmente procedieron a disparar una ráfaga sobre los fusilados y se retiraron.
Al rato José Guillermo Barrera y Enrique Venegas se percataron de que ambos habían quedado vivos, aunque heridos de bala en las piernas. Como sabían que corrían peligro al permanecer ahí, se retiraron tan pronto tomaron una frazada cada uno y se dirigieron por entre los cerros hacia el sector de Rinconada en Maipú. Así anduvieron varios días por distintos lugares y casas de gente que los ayudaba hasta que lograron apoyo de sus familias.
José Barrera se trasladó entonces a Huasco, junto a su cónyuge e hijos, a la casa de unos familiares. Allí consiguió trabajo e incluso usaba su propio nombre sin tener dificultades.
Transcurridos unos 6 meses decidió regresar a su hogar, para lo cual su hermano Víctor habló con la secretaria del Presidente de la Junta Militar, General Augusto Pinochet. La secretaria, señora Rebeca Valdebenito, le entregó una carta para que se contactara con el Coronel de Ejército Francisco Saavedra en el Ministerio de Defensa. Este, a su vez, contactó a Víctor Barrera con el Auditor de Guerra Subrogante Comandante de la Fach, Luis Marín. Y, éste lo llevó a Talagante para conversar el caso con el Mayor Hernández de Carabineros, quien solicitó que Juan Barrera se hiciera presente ante esta persona para aclarar el caso.
De este modo el afectado decidió viajar hasta Santiago con el fin de resolver su situación y vivir sin temores. Llegó con su familia a Santiago el 10 de marzo de 1974 y el 13 de marzo se presentó ante el Mayor Hernández. Este, al conocer lo sucedido a José Barrera, se comunicó telefónicamente con el Teniente de Carabineros Gerardo Aravena de Curacaví. Luego le manifestó que no habían cargos en su contra y que estuviera tranquilo ya que podría vivir sin problemas.
Llegó a su casa cerca de las 20:30 horas de esa noche, saludó a su madre, estuvo con la familia y se acostó señalando que en la mañana temprano iría a la Tenencia local. Aproximadamente a las 02:00 de la madrugada del 14 de marzo de 1974 llegó a la casa un contingente de Carabineros y Militares, todos encapuchados y fuertemente armados, los que sin exhibir orden de detención y tratando violentamente a la familia y al afectado y en presencia de sus dos hijos menores, lo subieron a un furgón y se lo llevaron en dirección a la Tenencia de Curacaví.
En la mañana su hermano, Víctor Barrera, se comunicó con el Mayor Hernández de Talagante y le relató lo sucedido a lo que el uniformado respondió que «no ha sido una mala jugada mía».
Realizadas numerosas gestiones ante los mismos militares a los que se recurriera con anterioridad, le dijeron a la familia que el caso estaba cerrado. El padre del afectado acudió al Ministro del Interior General Oscar Bonilla, quien le aseguró la integridad de su hijo. También por intermedio del Comité de Cooperación para la Paz se logró un contacto con el Mayor Hernández, quien afirmó que el afectado no tenía cargos en Carabineros y que su arresto era una acción del Ejército. Lo cierto es que desde esa oportunidad su familia no supo nada más de José Barrera, quien permanece en calidad de detenido desaparecido.
De los cinco ejecutados en la Cuesta Barriga el 16 de septiembre de 1973, no se encontró el cuerpo ni se certificó la muerte de Nicolás Gárate, permaneciendo en calidad de detenido desaparecido al igual que Barrera Barrera.
GESTIONES JUDICIALES Y/O ADMINISTRATIVAS
El 16 de marzo de 1974 se presentó un Recurso de Amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago.
El 17 de agosto de 1976 se presentó una denuncia por secuestro de José Barrera, la que ingresó al Juzgado del Crimen de Casablanca con el rol 17.844. El 24 de agosto de 1976 el Juez se declaró incompetente para conocer el caso y remitió los antecedentes al II Juzgado Militar por lo que se debió presentar una nueva denuncia ante la 1a. Fiscalía Militar, la que ingresó con el rol N°246-78 el 9 de septiembre de 1977.
El 11 de octubre de 1978 fue sobreseída definitivamente la causa en virtud de la dictación de la Ley de Amnistía de abril de 1978 (D.L. N°2.191). La resolución no pudo ser apelada ya que el trámite de la causa se efectuó en «tiempos de guerra», por tanto los Tribunales Ordinarios carecían de jurisdicción, según el Juez Militar.
Posteriormente el 14 de marzo de 1979 se presentó una querella por secuestro y homicidio frustrado de José Barrera Barrera ante el Juzgado del Crimen de Casablanca; causa rol N°19.991, de la que no se tienen antecedentes de su tramitación.
Don Juan Antonio Barrera Barrera, expresa en la querella criminal interpuesta por el homicidio frustrado y posterior secuestro de su hijo José Barrera Barrera, que éste fue detenido el 14 de septiembre de 1973 por 4 carabineros comandados por el Teniente Gerardo Aravena Longa, de la dotación de la Tenencia de Curacaví, a cuyas dependencias fue trasladado. La noche del 16 de septiembre, José Barrera fue sacado del Cuartel junto a otros detenidos y trasladado a la Cuesta Barriga. Allí, en el lugar denominado «Agua del Peumo», todos los prisioneros, entre ellos Nicolás Gárate y Enrique Venegas, fueron obligados a descender del vehículo que los transportaba y conducidos hacia el lado del cerro que margina en uno de sus costados al camino, lugar en que existe una caseta abandonada y semidestruida. Una vez en la caseta señalada, los detenidos fueron puestos de espaldas a la pared y alumbradas sus caras con linternas, existiendo en el lugar absoluta oscuridad, procediendo los carabineros a ametrallar a los detenidos. Milagrosamente, los dos detenidos que se encontraban en ambos extremos, José Guillermo Barrera Barrera y Patricio Venegas Santibáñez no murieron. Tampoco murió en forma instantánea Nicolás Gárate, pero como se quejó en voz alta de las heridas recibidas, fue «rematado» por el Oficial o jefe que comandaba el «pelotón de fusilamiento». Una vez que los policías se retiraron del lugar, los dos sobrevivientes pudieron incorporarse y huir del lugar dirigiéndose hacia el sector de Rinconada de Maipú y luego a un sector denominado «Casas Viejas», donde fueron auxiliados por diferentes personas y José Guillermo pudo avisar de su situación a uno de sus hermanos, quien lo auxilió y los trasladó a Santiago. Con posterioridad, encontrándose José Barrera sano de sus heridas, en el mes de febrero de 1974, su familia conversó con el Coronel Saavedra en el Ministerio de Defensa y le explicó lo sucedido. Este Oficial lo puso en contacto con otro de apellido Marín, que desempeñaba funciones en el Ministerio de Defensa, quien personalmente llevó a Víctor Barrera, hermano de José Guillermo, a Talagante, lugar en donde funcionaba, al parecer, la Superioridad de Carabineros con jurisdicción sobre Curacaví, en donde se entrevistó con un Mayor de apellido Hernández, quien a su vez, solicitó que José Guillermo Barrera se presentara ante él a la brevedad posible. El 13 de marzo de 1974, José Guillermo compareció ante el Mayor Hernández en Talagante en compañía de sus padres y de su hermano Víctor. Dicho Oficial luego de escuchar el relato, llamó telefónicamente a Curacaví, donde conversó con el Teniente Aravena Longa en presencia de José Guillermo y de su familia, preguntándole si había algún cargo en contra del sobreviviente, asegurando a los presentes, después de la conversación que no había cargo alguno y que Barrera Barrera podía regresar seguro y tranquilo a su hogar, presentándose a la Tenencia de Curacaví para dar cuenta de su llegada. Ese mismo día todo el grupo familiar se trasladó a su domicilio en Curacaví. Sin embargo, en horas de la madrugada del 14 de marzo, 5 personas encapuchadas, vistiendo uniforme de Carabineros y de Militares, portando cascos de guerra y armados de metralletas, se hicieron presente en el domicilio y se llevaron a José Guillermo Barrera Barrera, con destino desconocido, quien desde entonces se encuentra desaparecido.
Mejor suerte tuvo el otro sobreviviente de «Cuesta Barriga», don Enrique Patricio Venegas Santibáñez, quien en querella criminal presentaba por los delitos de homicidio frustrado y lesiones graves, expresa haber sido detenido el 12 de septiembre por funcionarios policiales de la Tenencia de Curacaví a donde fue trasladado luego que recibiera una violenta golpiza. En ese recinto fue intensamente interrogado y torturado, y finalmente, amarrado de pies y manos fue lanzado al interior de una pieza que servía en ese entonces para guardar cebada y forraje para los animales, permaneciendo dos días en ese lugar al término de los cuales fue sacado de su encierro y entre varios carabineros procedieron a cortarle el pelo con un cuchillo de cocina. En esos momentos pudo constatar que en la Unidad policial se encontraban en calidad de detenidos numerosos vecinos de la localidad de Curacaví, entre los que recuerda a Justo Joaquín Mendoza Santibáñez, medio hermano del testigo; don Jorge Toro, a una persona de apellido Manzo; Guillermo Barrera Barrera; Nicolás Gárate. El 16 de septiembre, después que fueran obligados a realizar el aseo del recinto policial, todos los detenidos fueron obligados a formarse y posar para ser fotografiados, tarea que se encomendó al fotógrafo de Curacaví, Jaime Cabrera. Los fotografiados en esa oportunidad fueron 18 personas (el testigo acompaña una copia al Tribunal). Posteriormente, ese mismo día 16 de septiembre, a las 23:30 horas, junto a otros seis detenidos, su hermanastro Justo Joaquín Mendoza Santibáñez que sufría de retardo mental, Nicolás Gárate, José Guillermo Barrera Barrera, Edmundo Manzo, Jorge Toro y Jorge Yáñez, fueron sacados del recinto para ser trasladados, según les informaron, al «Estadio Nacional», lugar que en esa época era usado como campamento de prisioneros políticos. Para el traslado fueron repartidos en dos vehículos, una camioneta de color plomo y un jeep de color verde de propiedad de una Empresa del lugar, y custodiados por funcionarios policiales partieron en dirección a Santiago. Al pasar frente al Control de Carabineros de la carretera, los funcionarios a cargo de ese lugar preguntaron a sus custodios «si llevaban carne para el matadero», a lo que los carceleros contestaron afirmativamente en medio de bromas y risas. Al llegar a la cumbre de la Cuesta Barriga, fueron obligados a descender de los vehículos en medio de insultos, gritos y feroz castigo, subieron hasta las ruinas de una casa en donde los 7 prisioneros fueron puestos de espalda a la pared, siendo alumbrados con linternas en momentos que 5 funcionarios policiales se ubicaron al frente y, a una orden del Teniente, dispararon sus ametralladoras en contra del grupo. El querellante relata en el escrito: «No sentí miedo en ningún momento. Sentí algo caliente que me quemaba, entrando por mi pierna derecha, un poco más arriba del tobillo, causándome gran dolor y obligándome a doblarme hasta caer al suelo. A mi lado cayeron los demás fusilados.
Terminado el estruendo de la balacera nuestros fusileros se acercaron y nos alumbraron las caras con linterna nuevamente, ya que el lugar estaba completamente oscuro. Sentí que alguien se aferraba a mi chaqueta, pudiendo comprobar que se trataba de «Ñico» Gárate. Uno de los asesinos decía en voz alta que quedaba uno con vida, a la vez que alumbraba a Gárate. Se acercó el Teniente y procedió a descargar su revólver sobre la cabeza del moribundo, la cual estalló con los impactos, saltando sangre en diversas direcciones y cayendo gran parte de ella sobre mi rostro. Posteriormente, para despedirse, descargaron nuevamente sus metralletas sobre los cuerpos, dando por cumplida y terminada su macabra tarea.
Cuando tuve la convicción de que los policías se habían retirado del lugar, (sentí partir los vehículos y antes alejarse sus voces), lentamente palpé mi cuerpo para comprobar las heridas que me habían infringido, constatando con no poca sorpresa y agradecimiento a Dios, que sólo tenía herida mi pierna derecha. Entendía que mi salvación se debía exclusivamente a un milagro. Pensé que todos los restantes prisioneros estaban muertos. A tientas encontré el cuerpo de mi hermano Justo Joaquín Mendoza Santibáñez, comprobé su muerte y le cerré los ojos. A la vez, pensé que tenía que sobrevivir a mi situación y buscar amparo para denunciar el crimen de que habíamos sido objeto». La forma en que el testigo logra salir del lugar, ya fue descrita en el testimonio anterior.
Su cónyuge, Ofelia Rojas Maturana, junto a las acciones judiciales realizó innumerables trámites en recintos habituales de detención y consultas a autoridades. En 1975 fue amenazada para que no continuara la búsqueda, ante la posibilidad de que sus hijos menores quedaran sin madre estuvo ausente de Curacaví por más de 10 años. Viajó al norte a casa de familiares.
Fuentes:
1: Radio Universidad de Chile
2: memoriaviva.com