La cueca emigra del campo a la ciudad, donde se empapa de sensualidad y adquiere nuevos tonos. Donde sea que se practique, el baile nacional reluce con ritmo y picardía.
«Dentro del gran arco de la cueca, conviven subgéneros diferenciados por su lugar de origen, el ánimo de sus versos y el tipo de comunidad a la que identifican. Existen las cuecas «carcelarias», «bravas», «circenses» y «choras», entre otras. Esta última es una de las más conocidas, debido a la fama de quien es considerado su creador, el folclorista y escritor Roberto Parra. Las «cuecas choras» son un invento esencialmente urbano, surgido en espacios nocturnos y marginales de puertos y ciudades del Valle Central.
En vez de ocuparse de los tópicos del campo, la naturaleza y la vida huasa habituales en las cuecas convencionales, éstas composiciones pueden narrar asuntos como la vida prostibularia, las noches a la intemperie o la suerte de un presidiario, tal como ocurre en algunos de los títulos más famosos de Roberto Parra: «El chute Alberto», «Los parecidos» y «Las gatas con permanente». En tal sentido, se asemeja esencialmente a la cueca «brava» cultivada por agrupaciones como Los Chileneros.
La raíz social de este folclore urbano se explica por el éxodo campo-ciudad de la primera mitad del siglo XX y su persistencia yace en la voluntad de estos inmigrantes de conservar y actualizar sus tradiciones en el medio urbano».
Fuente: Memoria Chilena