Por lo general, los sábados vamos con mi viejo a la feria y se produce todo un acontecimiento relacionado con la selección de los productos. El viene de un tiempo donde ir a los mercados era algo de todos los días, «Santiago terminaba en Pila del Ganso y nosotros vivíamos en un cite en calle Ruiz Tagle», «al poniente de Pila del Ganso, llena de caballos bebiendo o en descanso, venían los potreros».
En La Serena, cuando la feria se extendía por calle Vicuña, llegábamos tan temprano que recuerdo, un par de veces, haber ayudado y levantar los toldos. También el haber hecho todo el ciclo: participar (aunque yo en realidad me juntaba con otros chicos y chicas de la misma edad y nos dedicábamos a jugar) con mi viejo junto al resto, que hacían trabajos voluntarios alrededor de 1972. Un día vi a mi viejo comprar las papayas a una de las mismas personas a quienes se les asistió en los Trabajos Voluntarios y nada: un apretón de mano, los 10 kilos de papaya pesadas y el pago con unos billetes grandes: el Escudo.
Hacíamos lo mismo en Viña del Mar, pero yo algo más crecido, lo acompañaba motivado por un par de grandes y calduas empenadas de pino.
Cuando me fue a ver a Alemania, todos los sábados partíamos a Bornheim Mitte a la feria y le daba un tremendo gusto eso de ver cómo eran de huasos los alemanas. Pimentón = Paprika, Berenjenas = Auberginen, Sandias = Wassermelone, Ajo = Knoblauch, etc. Un día quedamos de encontrarnos en la feria, ya no recuerdo el por qué y ahí estaba con su dedo indicando lo que quería y me parecía que conversaba con una campesina robusta y alegre. Mi viejo le trataba de explicar nuestro dicho de»como las berenjenas» y ella repetía «berenjena» y mi viejo trataba de decir Auberginen.
Cuando va a Córdoba a ver a su familia, compuesta de mi hermana, sus hijos y el cuñado Daniel, parte con éste último al mercado de abastos y allí pueden estar toda una mañana. Gastan lo que a mi me parece demasiado en buena carne para un asado lento a la argentina; «una costumbre que esos putos uruguayos nos copiaron y ahora hablan del asado a la uruguaya, los muy canallas». Carnes de la mejor calidad, puedes comer la que quieras en esos asados en la sierra cordobesa, pero de la ensalada de tomates, apenas sacas un par de rodajas y es que, se compra poco, porque la «guita» no da para tanto y el tomate es demasiado costoso.
En Curacaví a mi viejo le gusta llegar temprano a la feria, cosa que no siempre es posible. La semana pasada llegamos a eso de las 11:30 y mi viejo tenía cara de pocos amigos; pero en cuanto puso un pie en la calle, se puso a recorrer y le cambió la cara. Yo no se si es porque se debe a una costumbre de feriantes o es que en Curacaví es así o a mi viejo se lo permiten. Llega, busca lo mejor, escoge, reclama porque la pesa está desnivelada, dice que los precios están inflados, que atienden como el forro y que eso es solo una pantalla del verdadero negocio, por cierto, nada legal. Con los Yañez hay una especie de tira y afloja o de recoger la ofensa, convertirla en broma y devolver algo peor. Algunas personas que pasan, no lo entienden y piensan que están metidos en una trifulca. No es trifulca, pero si un comentario muy repetido cada vez que mi viejo lo encuentra necesario decir: pocos puestos de frutas y verduras y demasiada chucheria, ropa, semi-ferreterias, almacenes ambulantes y otros rubros.
A mi me gustaría invitarlo a la Feria de Peñalolen, una de mis preferidas y donde más seguro me encuentro. «No te pasará nada allí», me dijo Martin Pino, un amigo. «Voy siempre a comprar ropa, comida, peíiculas, vino y si se me hace tarde, hasta almuerzo allí porque tienen unas cocinerías deliciosas». A Irina le gustaba eso de ir a pasear para luego sentarse a comer unos mariscales repletos, en un improvisado apartado, a la vista de todos. Una vez llegaron los pacos y tuvimos que salir todos corriendo. En una ocasión, compraba unas paltas en época de no-palta y se me ocurrió escogerlas. «Que te has imaginado, si no estai na en el Jumbo poh… Yo te doy las paltas al precio que está escrito y nada más». Irina trató de calmarlo pero equivocó la estrategia: «Por favor, cambie el tono y no diga groserías». Todos los feriantes nos miraron fijo y en silencio y nos tuvimos que ir medio asustados de allí, sin las putas paltas.
En Curacaví, algo que sucede a menudo son los saludos entre conocidos, por lo general, cuando caminan en sentido contrario: son chistes fomes, saludos o preguntas por la familia. En mi viejo y Marco Alvarez Saldaña el ritual es el mismo y en ciertas ocasiones alcanza una dinámica envolvente: Mi viejo se ríe de la Universidad de Chile y su «Becaccezada» y Marcos del Audax Italiano, que hace rato no gana un torneo y se dedica a puro hacer negocios con los jugadores. También se gritan esos saludos amigables de extremo de la calle a extremo de la otra calle. Es que por acá, nos contamos las infidencias a grito pelao, de un cerro al otro.
Buena narrativa y la importancia de las ferias libres como factor en la defensa de la Soberanìa Alimentaria, donde los Campesinos son pieza clave en la protecciòn del Patrimonio Genético Ancestral.