Como candidatos a concejales comunistas hicimos un ejercicio hace pocos días, luego de «dejar las patas» en un puerta a puerta. Hemos hecho varios, en distintos lugares y el recibimiento ha sido similar: las personas quieren hablar, proponen soluciones realistas (es que el sentido común está al parecer más arraigado en nuestra ciudadanía que en la autoridad comunal). En la gesta, nos dio sed y de inmediato salió la realidad de la situación a la vista: mucha disposición de gaseosas azucaradas, poca fruta y agua mineral discreta es lo disponible es los emporios, bazares o quioscos. Vimos a varias personas camino a casa con algunas compras, de las cuales, se pudo apreciar: gaseosas, ramitas, chips y otros. Frutas a la venta hay, pero algo pasa que «se vende poco y la tenemos que traer desde Santiago», como acotó una dueña de su emprendimiento. Curacaví es un pueblo con su historia, anclado en el Valle del Puangue, de tradición «formal» y apostaríamos a que se cumple la normativa al interior de los colegios con la rotulación de la alimentación saludable, además el Hospital de Curacaví, cuenta con programa para obesidad en niños y niñas; sin embargo, pareciera, la batalla no se gana.
Un poco sobre el caso Chile
En Chile las desigualdades de ingreso han quedado ya hace mucho tiempo de manifiesto y basta con mirar las distintas encuestas o incluso con echar un vistazo para darse cuenta que los ingresos no están bien distribuidos, ni a nivel país, ni a nivel regional y tampoco comunal. Curacaví es parte de este paisaje.
Por otra parte, los alimentos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) son básicamente: frutas y verduras, alimentos no procesados, pescados, especialmente los altos en antioxidantes, etc. Cuál es el problema?. Ninguno, excepto que son los más caros.
La Encuesta de consumo alimentario en Chile (ENCA) 2010, deja de manifiesto esto al señalar que sólo el 5% de la población come saludable, el 95% restante requiere modificaciones importantes. ¿Qué está pasando?. Simple: Las grandes cadenas de supermercado colocan en sus estanterías y a la vista y altura de los menores, justamente los alimentos menos saludables y además son los de menor costo.
Respecto de la adecuación a los requerimiento de nutrientes y energía, la Encuesta observa que consumimos exceso de energía, grasas saturadas, azúcares y sodio, en todos los grupos etarios y especialmente en los niveles socioeconómicos más bajos. En la comparación con las guías alimentarias recomendadas en Chile, se observa incumplimiento en general para: agua, verduras, frutas; y es especialmente bajo el consumo de pescados y lácteos.
En contra de una alimentación sana se encuentran – por una parte – los ingresos; si queremos comer pescados como el salmón, la trucha y el atún, estos están dentro de los de mayor valor (1). Si queremos comer verduras y frutas frescas, que estén lo menos intervenidas químicamente, y no sean transgénicos, claramente son los más caros y solo un grupo minoritario de la población puede acceder a ellos.
Por otro lado, las familias más numerosas y con mayor cantidad de niños, son las de más bajos ingresos – con la salvedad de aquellas que “militan” en el Opus Dei – y ambos padres deben trabajar. En tales grupos socioeconómicos, los niños quedan solos y aunque los padres se preocupen de dejarles alimentos preparados en el refrigerador, los pequeños utilizaran las monedas que tienen para satisfacer su hambre o antojo con papas fritas o cualquier otro snack que vendan en el negocio cercano a su domicilio.
Como consecuencia, tenemos niños con índices corporales superiores a los que les corresponde a su edad y estatura. Nunca antes se había visto tanto niño obeso e incluso mórbido, y acá surge un nuevo problema, el consultorio de salud tiene – con suerte – un nutricionista que va una vez a la semana en pueblos pequeños como Curacaví. No da abasto, y si lo da, la dieta que se recomienda o no es posible llevarla a cabo, ya que el presupuesto para alimentación no lo permite, o no es posible cocinar para un niño una cosa y para el resto de la familia otra, eso si bien puede no duplicar el gasto en alimentos, al menos lo incrementa.
Curacaví: particularidad o generalidad?
¿Con qué contamos en Curacaví?, diversiones para los pequeños prácticamente no hay, no hay centros culturales, no hay teatros ni cines, no hay talleres, ni gimnasio (propiamente tal), si una plaza que se ve algo descuidada, donde se echan de menos además las ciclovías. El resumen es escuálido: qué le queda al niño por hacer si esta solo en casa, a la espera que sus padres vuelvan del trabajo a altas horas de la tarde, porque en su mayoría debe viajar o a Santiago o a Valparaíso a trabajar?; qué le queda?, ver televisión, jugar en el computador o en su teléfono celular?. Y qué hace en ese intertanto?. Bueno, muchas veces o casi siempre: come papitas fritas, ramitas, pan con lo que tenga en casa. No sabe, no tiene el hábito de comer una manzana, un plátano, un yogurt. No es su culpa, tampoco la de sus padres por no dejarle esos alimentos. Puede que no tengan el dinero para hacerlo. Pero si hay un culpable!. El sistema económico que se vale del lucro de otros, que no respeta el medio ambiente, que no alza la voz para alertar sobre el problema de aguas. La lista es muy larga. En fin!. Por eso es bueno hacerse preguntas y mirar adelante, converger el consenso en la acción, tener vínculos colectivos, vecinales, de barriada, intersociales, si es posible, porque el sistema es posible cambiarlo no solo por una cuestión de mayorías, también con el propósito ciudadano de hacer las cosas.
(1): Mención aparte es el caso que de los pescados, los más saludables son los de “mar abierto”, como la merluza o el jurel.