
En Chile mucho se ha hablado sobre la importancia el cuidado del medioambiente, sobre los efectos del calentamiento global y su influencia y alteración en el clima. Sin embargo, todas estas inquietudes son letra muerta si no se establecen políticas claras respecto a las normas de emisión, explotación de los recursos naturales y en cómo se debe concebir la economía a partir de un modelo sustentable por nombrar algunos. Parece algo paradójico si consideramos que mientras el ministerio de medioambiente establece una serie de medidas destinadas a mitigar los efectos del progreso, el gobierno se niega a firmar el acuerdo de Escazú, que apunta a la mejora en el acceso a la información, a la justicia y a la participación de la ciudadanía en las decisiones respecto a proyectos empresariales que podrían afectar a los ecosistemas y alterar la vida de las personas. Pero y lo más paradójico aun, fue chile quién propuso este acuerdo, que involucraba directamente a la comunidad en la evaluación de impacto ambiental de los proyectos empresariales perdiendo seis valiosos años de reuniones y acuerdos preestablecidos.
La educación no se ha quedado atrás en esta temática. El año 2009 la UNESCO planteo la necesidad de establecer un proceso de educación basado desde la experiencia de los estudiantes en materias de educación ambiental, incluirlas en el currículum nacional y establecer un sistema que implicara un cambio de enfoque de EDUCAR PARA LA VIDA por el de EDUCAR CON LA VIDA. Este cambio de paradigma implicaba el involucramiento de la comunidad y su sistema circundante, el conocimiento de la flora y fauna del sector y el establecimiento de sistemas de reciclaje en las escuelas. Para dar respuesta a esto, el estado crea el SNCAE, sistema nacional de certificación ambiental de establecimientos educacionales. Este sistema busca fortalecer la responsabilidad ambiental, el cuidado y protección del medioambiente y la creación de redes asociativas de gestión ambiental local. Sin embargo, y como en todas las cosas, este sistema es de carácter voluntario para cada establecimiento y no permanente y obedece principalmente al interés, en el caso de los municipios, de cada administración de establecer esta política en las escuelas bajo su conducción.
El progreso es necesario, ciertamente, pero es siempre cuestionable cuando el progreso significa muerte, enfermedades, destrucción de ecosistemas terrestres y marinos como es el caso de Quintero y Puchuncavi, Coronel, Antofagasta los campos chilenos invadidos por las forestales y secan los acuíferos y otras zonas de sacrificio invisibilizadas por la TV. No hay ley o acuerdo que sirva, ni proyecto educativo ni trabajo en la gestión local en materia medioambiental. El doble discurso y la doble moral no sirve, el antropocéno está aquí y ya sabemos el impacto de la acción del hombre en la tierra. El dinero no nos dará oxígeno ni comida. Es el momento de actuar, de verdad, con conciencia y fuera de la lógica neoliberal donde el tiempo es dinero y donde todo es un negocio. No tengo nada contra el progreso, pero cuando se progresa la muerte prefiero vivir mapuche, aymara, rapa nui, huilliche.