“Estimado, no le tenga miedo a la política”
Dentro de mis interminables tardes de ocio en mi amado Cerrillos y en las “aventuras” que emprendo con amigos, correligionarios y compañeros, he visto una opinión recurrente en mucha gente, y que se hace más presente dentro de este periodo de campaña electoral-y con justa razón-con un malestar, desapego y desasosiego por la política y la invasión de las propuestas de diversos candidatos, ofreciendo como un producto más, cada una de estas propuestas. Por cierto, con dos coaliciones hegemónicas por los suelos, después de boletas falsas de PENTA y SQM, escándalos en Gendarmería, sobresueldos por allá, etc, no son muchas las alternativas que un sujeto social común se despersonalice, aliene y desentienda de los asuntos públicos. Pues bien, este 2016 quizás seguir con la apatía y seguir ese juego de mejor no hacer nada, porque ya todo está mal hecho y todo puede ser peor, no sólo es una propuesta absurda e inconducente; sino que es un acto aberrante de enajenación (locura) e irresponsabilidad cívica. Quizás, recordando un concepto (y no se ofenda) y su etimología, podría entender hacia dónde voy.
El concepto de “idiota”
En la Antigua Grecia y en la ciudad de Atenas (cuna de la idea de democracia en el siglo V antes de Cristo), cada ciudadano era consciente que no vincularse a los asuntos públicos y no ser partícipes de las actividades que se desarrollaban en el Ágora, les llevaría a no tener un destino en qué asentarse. Pues bien, quién no era capaz de dimensionar tales problemas, se le trataba con el siguiente apelativo: el de idiota. Lo anterior, significaba que cada persona se alejaba de los asuntos de la comunidad y era incapaz de insertarse en ellos, era tratado como tal. Se encerraba en sí mismo, no conectaba con sus necesidades y apuntaba solamente a lo básico, a lo subsistencial o la primigenia satisfacción de lo placentero, podría significar que era alguien aislado del mundo y desconectado de la complejidad de él. Por eso, más bien, podría derivar este concepto en el significado actual que tiene este vocablo.
No era raro en la Antigüedad, que para alguien vinculado a lo anterior, que verse influido en los asuntos públicos era parte de lo cotidiano, por lo que el filósofo macedonio Aristóteles le llamaba al ser humano un Zoon Politikon, o en otras palabras, le llamaba alguien que vivía para formar ciudad: vínculos recíprocos en los que participaba cada persona para solucionar sus problemas, distintos tipos de sujetos sociales que buscaban mediante asambleas cubrir las mismas, la elaboración de normativas, etc. En otras palabras, ser parte del civismo, de la lucha por cuestiones de poder era algo normal. Quizás esa etimología, que está sólo presente en filósofos, cientistas políticos, historiadores, sociólogos o antropólogos le resulten extrañas, pero ese desentendimiento quizás pueda tener un origen.
La Dictadura Militar chilena como máquina de exterminio masivo del civismo
Desde 1973 en adelante, era común escuchar en todas las personas asociadas al régimen de ese entonces, creer que la actividad cívica o la lucha de construcciones e ideas para proyectar la sociedad, habían llevado a que cada chileno terminara dividido, más pobre no sólo económicamente, sino socialmente e incluso psicoculturalmente. Los furibundos ataques a los “políticos”, “marxistas-leninistas”, “comunistas”, etc., por las figuras del régimen como (mejor no lo menciono) diversas que encabezaban la única vida posible en ese entonces, hicieron creer que se podría construir una nueva cultura que recompusiera los vínculos de cohesión, integración, ascenso y estatus social. Ya no era necesario ser un hombre que se interesara en participar en todo lo vinculado con lo público; ahora se podría ser “emprendedor” o quizás llegar a serlo. Lo anterior, se condensaba en la siguiente frase: “un país de empresarios, en vez de proletarios”. Por lo tanto, el destino para mejorar la situación de cada persona o sujeto social desventajado, era conseguir un buen empleo, buscar un buen negocio, crear un microemprendimiento para lograr esos viejos placeres del consumo, llegando no sólo a emular a esos ricos, sino llegar a ser cómo ellos.
Para ello, la “libertad” de ese entonces estaba entregada a consumir: se tenía que arrastrar una serie de deudas para adquirir lo básico, para obtener artefactos que llevaran a una vida placentera y confortable, o para presumir los éxitos y estilo de vida e integrarse a la vida social. El objeto y el acto del consumo, llevaban a ser parte de ella. Como ejemplo concreto, para ser considerado por sus vecinos, es necesario tener un Mac Book, es adquirir el auto o la camioneta, que le diera un status o creer que ir a cierto lugar desde Miami o Bali, le permitiría mostrar sus logros ante la comunidad, a pesar que Jesucristo no salió del Medio Oriente y Tierra Santa y es conocido en todo el mundo, o el caso más mundano y terrenal del prusiano Immanuel Kant, que no se movió durante todo el siglo XVIII de Königsberg, para ser reconocido como el filósofo dilucidador del conocimiento y la pregunta por lo certero y real.
Pues bien, los anteriores comportamientos sociales, que han cambiado la forma de comportarse del ciudadano común y validarse en una sociedad, pueden explicarse porque se ha desintegrado las normas que podrían llevar a cabo el cuestionamiento de una persona común por su entorno para lograr mejoras; es el poseer y el competir lo validero: se debe tener una casa, se debe conseguir un trabajo, se debe movilizarse cómodamente, se debe uno vestir de cierta forma. Es lo que llama el sociólogo Tomás Moulian, la espiral del consumo desenfrenado que lleva a cada ciudadano no validarse por sus logros públicos, sino por el tipo de tarjeta bancaria que posee, llevando a ese afán a ser “el consumo que termina consumiendo”. Lo anterior, denota claramente que no vale la pena asegurar bienestar en lo colectivo, si un objeto puede mostrar qué nivel de integración puede valer. Por ello, lo anterior conlleva a mostrar que quienes pueden aspirar a sostener ese tipo de vida, deben esforzarse por estudiar y conseguir un buen empleo. Si no consiguen un buen empleo, tienen que programarse para poder endeudarse. Si no pueden realizar las dos alternativas anteriores, tendrían que vivir en la marginalidad: delinquir para satisfacer esa necesidad de aceptación social o la posibilidad más cercana, llegar a pertenecer o a interactuar en la lucha de los asuntos públicos.
Sin embargo, la última posibilidad no suele ser factible en el Chile de ese entonces o el de hoy, por lo que quién fracasa en ese tipo de orden social, termina cayendo en ese fracaso por no seguir en ese frenesí de sobreesfuerzo.
Escenario político actual
Quizás con la breve y somera descripción realizada sobre el tipo de ciudadano actual, le podrá ser un poco más comprensible saber el por qué es la tónica del ciudadano medio, no ser parte de la política, como casi si fuera una prohibición o un tabú. Pues bien, cada vez que actúa un sobreconsumo desenfrenado y se entrega en las posibilidades que el control de la economía y la “seguridad” que debe cada ciudadano tener para ello es lo que aleja a cada persona a no cuestionar el escenario de los poderes que impiden que se solucionen los impedimentos que llevan al chabacano término y sujeto social llamado “flaite” a delinquir y/o presumir su adquisición Louis Vuitton, GAP o Columbia, son la imposibilidad que cualquier ciudadano sea consciente que es un problema de falta de empleo, preparación o mecanismos colectivos que permitan mejorar la situación de su familia. Pero llegar a cuestionarlos, sería recurrir al ejercicio de lo público: expandir la educación universitaria, mejorar la educación básica y secundaria, mejorar las condiciones de empleo, etc. Pero ¿para qué? Es más fácil que se endeude y tal vez lo logre, porque si no lo logra, sería sólo su culpa, y no de aquellos poderes (empresariado expoliador, partidos políticos guardianes del poder actual, políticos ligados a estas redes, medios de comunicación que inducen ese consumo (a parecerse a ciertos personajes) o a temer de los “reales” peligros actuales que lleven a no lograr un desafío de esos mecanismos.
Pues bien, desde los inicios del siglo XXI, partiendo por el 2006, el 2011 y el actual 2016, esos sustentos del poder parecen ser desafiados, pero muchos tozudamente se aferran a la idea de desvincularse a la política, a no actuar en ella y al verse entrometidos en ella, a no ver ninguna solución por la que aportar al bien común colectivo, mejorando el modelo económico mediante no sólo la movilización social, sino con una efectiva participación en el espacio público.
Es difícil pensar que, en un escenario con la mayor parte de las instituciones por los suelos, confiar en ellas para poder asentar un mejor ejercicio del poder. Pues se equivoca, desconfiar de esos poderes y esas herramientas de “medicina social”, sería más catastrófico que no salir de esos círculos que le impiden no tener un buen trabajo, no poder educar mejor a sus hijos o buscar alternativas para lograr una mejor gestión y hermoseamiento de su entorno. Para ello, el mejor doctor y la mejor medicina, es que logre organizarse.
Para no seguir, quizás quejarse, es mejor que:
a) Busque sesudamente qué alternativas mejorar su entorno social, con aquellos candidatos, representantes o usted mismo, que mejoren su entorno.
b) No confundir a los “políticos de profesión” con la “política”: Es común caer en el error de señalar que ambas cosas son sinónimos. Pues, no lo son, porque algo muy distinto es la mala labor y gestión de representantes políticos con manchas; en vez de la acción concienzuda de personas que, en comunidad, luchan por detener el abuso en distintas formas. Si no se logra poner coto a ello, queda el problema de caer es esa espiral de no poseer las herramientas para seguir en ese orden y esquema de inequidad. Busque propuestas, que recurran a sacar la desigualdad social, a mejorar las condiciones de empleo, a mejorar la salud y educación pública, etc.
c) Una correcta información, por medio de las redes sociales (no sólo vea Whatsapp o Pokémon Go), en la cuál pueda recurrir a fuentes alternativas de información, para no caer en lo que dicen comúnmente los medios masivos. Quizás podría informarse de cómo son cada candidato, por lo que sería un consejo sabio usarlas a su favor.
d) Lea e infórmese de alternativa para romper la actual constitución o participar en la redacción de mecanismos de participación comunitaria: sin duda, participar del encanto del populismo o de lo fácil, para satisfacer lo básico, no es un buen consejo para cualquier escenario de cambio en la sociedad. Es mejor, buscar que principios legales impiden esos cambios. En la opinión de este autor, la Constitución de 1980 (aunque no lo crea), no contempla mecanismos de participación colectiva o dirimir esto como iniciativas de Ley de comunidades o plebiscitos. Apoye, a quién está dispuesto a escuchar lo que propone; en vez de quién sólo entrega y no dispone. Hay algunos candidatos municipales en nuestra comuna, que convocaron a esta iniciativa para escuchar a la comunidad; otros actuales gobernantes, no. Vea quienes lo
Ya me extendido mucho en este relato pero la síntesis de lo que hablo, podría mejorar lo que aquí señalo. Le dijo, ¡atrévase!, valen mucho la pena los asuntos públicos. El resumen de todo esto, es la frase del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht:
“El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no oye, no habla ni participa en los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado y de las medicinas dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan animal que se enorgullece e hincha el pecho al decir que odia la política. No sabe el imbécil que de su ignorancia política proviene la prostituta, el menor abandonado, el asaltador, y el peor de los bandidos, que es el político aprovechador, embaucador y corrompido, lacayo de las empresas nacionales y trasnacionales”.