No creo que sea un día para opinar, ni mucho menos para pensar sobre este tema. Es quizás la necesaria fiesta -que en algo se acerca al aniversario de la creación del Estado-Nación de Chile- que nos libera del stress de una sociedad cada vez más exitista, eficiente y aspiracional sería bueno detenerse en este día y a quienes se suele rendir homenaje. Hablaré esta vez sobre el Ejército y las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, junto con sus significados en Chile.
Las Fuerzas Armadas y la Policía como garantes de lo “legítimo”.
El reconocido sociólogo alemán Max Weber, hacía alusión a definir qué es el Estado. Para él, este era “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es el elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia política legítima”. Es decir, cada grupo humano o sociedad, necesita un Ente que la vigile, le dé una identidad y establezca un orden (Estado de Derecho) dentro de su territorio, para asegurar un orden y armonía mínimo a sus ciudadanos, de acuerdo al pacto social que se haya impuesto o establecido entre distintas clases o grupos sociales heterogéneos.
Al respecto, ¿cómo esta definición puede extrapolarse al caso de las Fuerzas Armadas y las policías en Chile y en general?. Pues bien, cada grupo social tiene que mantener el respeto y el “orden” frente a las comunidades, la opinión pública, la seguridad y las llamadas “buenas costumbres”. Si ese grupo social, tiene una actitud hostil frente a otros Estados-Nación vecinos, puede recurrir a la defensa de sus intereses. De esta forma, si existe alguna convulsión interna que no asegure la paz social, que no respete el pacto social o haga caso omiso a la Ley, es hora que se le diga qué es lo bueno o lo malo. Para eso, cuando ve disturbios, robos, asesinatos, etc., se debe recurrir a buscar los medios para impedir eso. Cuando el malestar o una calamidad pública no dan el ancho las policías nacionales, se suele recurrir a las Fuerzas Armadas para restaurarlo, tanto domésticamente más que entre Estados rivales o enemigos, por múltiples razones
Sin embargo, ¿qué ha sido lo “legítimo” en nuestra historia, haciendo alusión a estas instituciones? Según lo que intento explicar, muchas veces en nuestra historia lo “legítimo” ha estado condicionado por el orden social imperante en Chile, y las élites que tan afanosamente lo han defendido, por distintos motivos. Hacer hincapié de forma tan molesta en noticiarios como Chile visión de un estado de caos o parálisis general por distintos motivos o hablar tan zalameramente cada19 de septiembre como las Fuerzas Armadas como “la reserva moral” podría para un ciudadano común (pero crítico) tener ciertas observaciones hacia ello, más aún si este orden ha vulnerado los derechos básicos e inherentes de cada persona, a lo largo de su historia.
Un comentario sobre la historia de la violencia “legítima”.
Como suele comentar muy recurridamente en los medios el historiador Gabriel Salazar, en nuestra historia como país, el Ejército continuamente ha sido como una especie de guardián o esbirro de los intereses de grupos privilegiados en Chile. De esta forma, “desde el siglo XIX han intervenido alrededor de… ¡23veces!” Al respecto, señala que “tenemos unas FF.AA. que no han hecho otra cosa en Chile que aplastar siempre al mismo sector de la nación, que coinciden con serlos partidarios de desarrollar la producción, no el comercio; la descentralización, no el centralismo de Santiago; los que siempre han luchado por la participación ciudadana; los que han defendido las libertades públicas reales, etc. (Si quiere ver más detalles de esta entrevista, vea este link.
Respecto a lo anteriormente anunciado, esa frase tan repetidamente mencionada de ser la “reserva moral” puede ser largamente cuestionada, no por el simple hecho de utilizar la fuerza y la represión hacia otros conciudadanos; sino más bien porque se han realizado una serie de intervenciones en contra del pueblo, cuando los intereses de grupos privilegiados en nuestra sociedad (llámese oligarquía, élite, fronda aristocrática, etc.) han visto sus intereses perjudicados. Esta serie de hechos, que vienen desde la construcción del Estado desde 1828-1833, desde1851, 1891 (la Guerra Civil), las masacres en las Oficinas Salitreras (Santa María de Iquique), etc. Esa serie de hechos, de por sí, muestran que existe una justificación para poder imponer el “orden” como muestra de lo legítimo; aunque lo “legítimo” no ha sido tan legítimo, si se trata de sustentar principios que cubren los intereses de una mayoría y no trastocan ni acallan, algunas peticiones o exigencias de una mayoría.
Las Fuerzas Armadas hoy
Quizás, se me olvidó mencionar que uno de los momentos más dramáticos dentro de la Historia de Chile, y de nuestra historia reciente, fue el Golpe Cívico-Militar del11 de septiembre de 1973. Quizás en ese entonces, aquellos guardianes del orden, rompieron su juramento a ser leales a la Constitución y las Leyes. Quisieron imponer por la fuerza, aquello que no logró la oligarquía de ese entonces poner sobre la mesa, por el ceremonioso camino de la ley. Esto por una razón simple. Porque ese representante de los sectores populares y las capas medias, fue electo bajo esas reglas legítimas. Salvador Allende, mostró con su revolución “a la chilena”, que mediante reformas incrementales y ocupando la muñeca política, podría llegarse al socialismo, sin la épica bolchevique de asaltar el Palacio de Invierno de San Petersburgo, o tomar el Cuartel Moncada, en Cuba. Era, pues bien, poner en la pared a esa oligarquía temerosa, apoyándose en sus partidos tradicionales o alianzas con el centro político, ya no podía apoyarse en estos mecanismos. Era necesario hacer pagar a esos estudiantes y trabajadores insolentes en las ciudades, a esos campesinos “igualados” del agro o a aquello mapuches del Sur, hacerles ver nuevamente por la fuerza, quien ha detentado históricamente el poder.
Desde 1973 hasta los noventa, se vivió uno de los momentos más dramáticos y trágicos en nuestra historia reciente. Contando los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, las élites victoriosas de ese entonces mostraron a través de su cara más siniestra su lado más violento: se llevaron a cabo sistemáticamente torturas, desapariciones, montajes periodísticos, ejecuciones sin el mayor procedimiento judicial. Esas fuerzas que decían sostener y defender la institucionalidad y el abusado concepto del “Estado de Derecho” mostraron su lado más violento.
Pues bien, hoy en día hablar sobre las fuerzas castrenses y sus deseos de halagarlas, honrarlas o rendirles algún tipo de homenaje sería algo que podría revisarse. No es que se esté en contra de la existencia de ellas. Cada vez cuando ocurren estas celebraciones, uno ve reflejado el temple, la gallardía y la disciplina de los hombres, reflejada con gran esplendor. Cada acto cívico, en el que se ven esos vistosos uniformes o esos equipos militares, se ve un pulcro y premeditado sentido del deber. Quizás, una práctica que se ha imitado y se le seguiría imitando en distintas circunstancias de la vida. Al respecto, las Fuerzas Armadas contribuyen en distintos aspectos de la vida civil, a hacer más llevadera el diario vivir. Se debe reconocer, que cuando ocurren catástrofes naturales, en zonas geográficamente aisladas en dónde se requieren todo tipo de ayudas, o en temas que requieren la expertise militar, han sido una pieza fundamental en algunos aspectos de la sociedad, teniendo un lado amable para con la ciudadanía. Sin embargo, algunas heridas y la actitud que han tomado históricamente en reprimir al pueblo y los ciudadanos que juraron defender, es algo que muestra en entredicho ese honor. Sin embargo, saludo a aquellos miembros de las fuerzas castrenses como los Generales Alberto Bachelet, Carlos Prats, René Schneider, Marmaduque Grove, que tuvieron una perspectiva más institucional y progresista. Sin embargo, creo que falta educar en la cultura de la democracia a estas mismas.
Es sólo ver los exorbitantes ingresos que reciben de la Ley Reservada del Cobre y los escándalos de corrupción, que no muestran esa dignidad que se les suele asociar. Cualquier sociólogo, economista, historiador o cientista político, sabe de antemano que manejar de forma poco transparente, ingresos directos de las remesas del Estado llevan inequívocamente a actos que horadan como una termita, cualquier institución que funcione dentro de este enorme leviatán. La corrupción, suele ser algo que se ha visto involucrado el Ejército, en asuntos baladíes como: los sobregastos del Comandante en Jefe del Ejército Juan Miguel Fuente-Alba, los burdos gastos de un cabo en un casino, los sobregiros en el caso Pinocheques, etc, han mostrados que esta institución algo antigua, se le debería poner un freno en su presupuesto y en la forma que se administran sus recursos. Quizás, fortalecer el respeto por otros Estados, la diplomacia y controlar sus recursos eficientemente, para reinvertirlos en otras áreas de inversión social, podrían acallar los descontentos sociales y no sería tan necesario recurrir al imperio de la violencia legítima.
Para mí, recurrir a las armas de la razón, el diálogo y el simple hecho de escuchar, suele ser la mejor medicina ante los malestares sociales; antes que se transformen en hervideros y lleguen a correr “ríos de sangre” no sólo domésticos sino extraterritoriales o internacionales. Aunque, para no caer en la inocencia, el ser humano cae constantemente en conflictos, y no suele ser tan racional como se suele tararear. Creo que, para el próximo Chile, las Fuerzas Armadas podrían ser educadas para cumplir sólo con los fines específicos de preservar la defensa nacional; en vez de reprimir mediante la coacción los intereses particulares de una minoría. Creo que revisar ese punto hace falta, más allá de proponer o proponer más rearme; quizás se necesite mejoras sociales y mayor educación en muchos ámbitos. El leviatán de Thomas Hobbes, que en pleno siglo XX demostró quedar desfasado en la muchas veces tambaleante sociedad burguesa -en dónde el hombre suele ser su propio maltratador y lobo- demostró que con compromiso social se podría evitar abusos hacia él, y el Estado debía mostrar una cara más equitativa hacia los ciudadanos.
Creo que, en el siglo XXI, las Fuerzas Armadas en Chile, si quieren reparar esas heridas, sólo se atengan a no intervenir. Algo de ese honor está pendiente por rescatar y hacer realmente vanagloria.