La proeza roja no ha muerto: algunos comentarios del legado de la Revolución Rusa de octubre de 1917

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Tal vez, usted me llame trasnochado, alucinado o posiblemente un lunático por tratar de señalarle que un régimen de gobierno, una utopía y una filosofía de vida aún persista en la mente colectiva de muchos, alrededor del mundo. Es cierto, el socialismo real (viable) derivado del socialismo científico (Marxismo), puede haber desaparecido en su versión más posible, al caer y colapsar el régimen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y ser sustituido, a fines del siglo XX (1991) por un sistema capitalista extremista interconectado en gran parte del globo. Sin embargo, quiero señalar, el germen de la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre, aún persiste, pero esa indignación puede ser canalizada de muchas formas, o al menos, esos descontentos pueden ser llevados a cabo con reformas sociales. En el fondo: la indignación por la injusticia hacia otros aún es un problema sin resolver y el sistema que sustenta esto (más que sentirse confiado), es motivo que se preocupe por la esencia de toda buena economía: el beneficio común; no el beneficio de unos pocos. Algo que quiso llevar a cabo el comunismo. Para entender eso, hay que señalar unos lineamientos históricos.

La Rusia Zarista y el Régimen Pre-Revolucionario europeo en 1917

El régimen del Zar de Rusia, desde 1850 a 1917, fue una sociedad despegada del régimen de modernización que Europa estaba llevando a cabo: Revolución Industrial, Sistema Democrático con elecciones libres, potencias europeas con colonias en ultramar, tres tipos de clases sociales bien definidas (burguesía, pequeña burguesía o clase media; grupos populares como campesinado y sin duda el proletariado como clase obrera organizada), un sistema de comunicaciones integrado y la existencia de una potencia económica que hegemonizaba todas estas actividades, llamada Gran Bretaña o Inglaterra, teniendo como potenciales rivales a Francia, Alemania, el Imperio Austro-Húngaro y una potencia emergente, Estados Unidos. Estas potencias representaban la modernidad a alcanzar. Por el contrario, todos los achaques de este retraso eran visibles en Rusia.

Rusia contaba con una masa de campesinos, no poseedores de tierras y que debían responder a su señor, sobre cómo trabajaban y vivían. Recién en 1861, se liberó de estas ataduras a ellos. Conjuntamente, tenía una burocracia con elementos característicos de una monarquía absoluta: un poder centralizado y vertical, la existencia de privilegios de clase (existencia de nobleza y la posterior cesión de títulos), la represión de toda actividad disidente en política, un sistema legal anticuado y obsoleto, junto con una incipiente actividad industrial, muy modesta, desarrollada en los centros urbanos de Moscú y San Petersburgo. El Zar Alejandro II, al acabar con la servidumbre, no dejó con tierras a los campesinos, unido a la falta de incentivos a la actividad industrial, llevaron al deterioro de la paz social y a la inestabilidad política. En Rusia, aparecieron grupos anarquistas, grupos liberales y marxistas democráticos (socialdemócratas), unidos a grupos más radicales y extremistas.

Después del intento de liberalización y posterior asesinato del Zar Alejandro II, sucedió una política más represiva hacia estos grupos, lo que llevó a mayores grados de organización y radicalización de una Rusia que no podía llegar a los parámetros de Europa. Al llegar el siglo XX, ocurrió el primer quiebre definitivo de la paz social: la Guerra ruso-japonesa.

Este conflicto, netamente por pretensiones de ocupar mayores extensiones de tierras y acceso al comercio en el Asia, especialmente China, conllevó a que una emergente potencia desafiara la autoridad de Rusia. El Imperio del Japón, que entró recientemente en la Revolución Industrial, veía amenazada su posición por lo que entró en guerra. El resultado, nefasto para la Rusia Zarista, llevó al descontento generalizado de su población lo que desencadenó a una serie de protestas pacíficas, que fueron reprimidas con extrema crueldad por el gobierno zarista, llevando al episodio llamado “Revolución de 1905”.

El último Zar de Rusia, Nicolás II, no tuvo más remedio que realizar algunas concesiones a los grupos que exigían mayor participación política y mejoras sociales en todos los aspectos. Sin embargo, el carácter conservador del Zar y de toda la nobleza, unido al sistema autocrático, impidió una real liberalización de una Rusia no muy preparada para entrar en una conflagración local, no solucionar sus problemas internos y domésticos ni mucho menos -y cualquier observador sensato concordaría- en entrar a una guerra globalizada o mundial. El transcurrir de Rusia, con toda esta pesada carga de problemas, avizoraban que llegaría tarde o temprano un destino trágico para la familia que gobernó Rusia por unos 600 años.

La mecha que encendió el fin de este sistema de poder, ocurrió un día en un poblado al sur de Europa. Se asesinó al heredero de la monarquía más antigua y tradicional de Europa. En 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial. Sin la intención de ahondar en los detalles de este conflicto (muy interesante por lo demás), los efectos inmediatos que produjo en Rusia fueron desoladores: al enfrentarse a su rival más próximo, Alemania, no pudo llevar a cabo la labor de derrotar a una nación ingeniosa y que entró a la modernidad para disputarle el centro del mundo a una decadente Inglaterra. El pueblo ruso, no entendió por qué sus hijos morían por una guerra cruenta, al ganar solamente hambre y muerte. Aumentó la cesantía, subió el precio de los alimentos básicos como el pan y la gente protestaba por el término de un conflicto que les llevaba a sacrificar generaciones completas de diversos jóvenes, de lados tan distantes como Siberia o lugares más cercanos como Minsk. O lugares sin nombre, en el campo. Los mujiks veían como generaciones completas de sus hijos no regresaban, por las mismas incompetencias de su gobierno y de su amado y divinizado Zar. En ese instante, aunque los alemanes contuvieron brillantemente a hordas de jinetes y soldados cosacos, se veían desesperados por ganar la guerra a los franceses, a los habitantes del Imperio Británico, a los italianos, a los rumanos y a tantos enemigos que se unían en un solo frente, para derrotar el autoritarismo del Kaiser Guillermo II, o más bien como opinaría agudamente uno de los personajes que señalaré más adelante, expandir sus propios mercados, para así imponer su imperio en más lugares de la faz de la Tierra. Ese “patriotismo” no era más que una ilusión o una farsa. Era un pretexto, para crear y favorecer a capitalistas y burgueses. Más allá de los análisis anteriores, es preciso detenerse en unos acontecimientos cortos, pero decisivos (coyunturales), que marcarían un antes y después en el recorrer de la revolución, pero más bien en el tipo de la misma.

La Revolución de Octubre: el fin del zarismo, de la burguesía, de las clases medias y el ascenso del proletariado y el campesinado.

En la presente opinión, 1917, puede decirse que fue un año decisivo para el mundo: ascendió una nueva potencia capitalista llamada EE. UU; agonizaba el capitalismo en Rusia y Europa quedó subordinada paulatinamente a los vaivenes de la floreciente, pero luego deprimida economía estadounidense. Si se centra en lo ocurrido en Rusia, una clase obrera y campesina, conjuntamente con las capas medias, estaban cansadas de la guerra, por lo que en la ahora ciudad de Petrogrado, estalló en febrero una revolución. El que acaudillaba dicho cambio político, no era más bien un reformista, que pensaba continuar con una guerra impopular para el pueblo y el hombre común ruso, que no entendía la razón de la lucha. Su nombre fue Alexander Kerensky.

Kerenky, después de asumir el gobierno al abdicar el Zar Nicolás II, se dio cuenta que la sociedad rusa estaba descontenta y con problemas agudos de desarrollo de todo tipo. Era una sociedad retrasada, en comparación con el Occidente europeo e incluso con el Oriente japonés. Al respecto, el plan de él era favorecer un proceso de industrialización y modernización muy semejante a la realidad europea, junto con conformar un sistema democrático. Pero para ello, debía proseguir con la participación en la Primera Guerra Mundial, a pesar de los desastres y la falta de preparación, la pobre logística, la indisciplina de las tropas y el creciente descontento popular. Pero, ¿por qué seguir con una máquina bélica, que sometía a mucha gente a la muerte y el sufrimiento? ¿por mantener un orgullo nacional? ¿por no caer en desgracia frente a una Alemania menos poblada, pero superiormente técnica? ¡No! La respuesta a ello, eran las inversiones de los aliados europeos en suelo ruso.

Para proseguir con su plan de “modernización”, se realizó un y orquestó una ofensiva generalizada contra Alemania y Austria-Hungría, en todo el Frente Oriental-desde el Báltico hasta el mar Negro- con el fin de vencer al enemigo. Pero una población famélica, aburrida, desempleada y con un tejido económico desarmado, no podía seguir y avizoraba un fracaso definitivo. Y así fue: se perdieron más territorios, volvieron a ganar los alemanes, se perdió la confianza de los aliados y se radicalizaron las posturas en la derecha y la izquierda rusa. Y a propósito de la gente roja, acá entra quizás, uno de los protagonistas más controvertidos pero cruciales, que supo leer la condición de sus compatriotas, algo que Max Weber le llamó “autoridad carismática”. En un mismo pueblo, nacieron dos personas disímiles y ese lugar olvidado en la historia de Rusia y del mundo, daría progenie a esos dos protagonistas. Al respecto, la historia no la dirigen los personajes. Estos son el reflejo de las circunstancias presentes en cada sociedad al escuchar una propuesta de mundo, deciden que le es más necesario. Previamente, el grado de represión a la participación política y la poca diligencia de resolver conflictos internos, llevó a la radicalización. El partido representante de la izquierda rusa (Partido Socialdemócrata de Rusia), después de los continuos fracasos, se escindió en dos bloques: mencheviques y bolcheviques. Los primeros, apostaban por cambios graduales para alcanzar el socialismo, pero se debía integrar a Rusia a los circuitos comerciales del siglo XX. Los segundos, querían lo antes posible llevar a cabo la construcción del socialismo, pero a cargo de revolucionarios profesionales, que fueran parte de una vanguardia obrera, con el fin de dirigir la revolución que condujera a crear una sociedad socialista, según el modelo que planteaba el filósofo Karl Marx, en donde no existiera la propiedad privada y el Estado y los obreros fueran los dueños de las fábricas y los medios de producción. Quién teorizó este cambio viable, fue Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin.

Vladimir Ilich Ulianov, o más conocido como Lenin, fue un estudiante de Derecho y miembro de las clases medias rusas. Desde pequeño, destacó por su agudeza, inteligencia y buen sentido de la oportunidad, aprendiendo desde pequeño francés, alemán y ruso, con ayuda de su madre. Más allá de relatar su biografía, la teorización de un nuevo tipo de movimiento obrero, fue obra de estas circunstancias. Por ejemplo, el libro Qué Hacer, surge de la interrogante de cómo organizar un movimiento consistente para derribar el sistema de poder. Otro de sus libros famosos El Estado y la Revolución, explicaba hasta qué punto la ley y el orden pueden ser legítimos, si son injustos para los intereses y la dignidad de las clases populares. Por último, El imperialismo: fase superior del capitalismo, realiza un certero análisis de los estadios de las riquezas de cada Estado-Nación. Como estos logran llevar a cabo sus riquezas, transfieren sus capitales cuando no dan abasto en sus territorios, esclavizan a sueldos de hambre en la periferia colonial o simplemente, esclavizan y se convierten en potencias, que disputan estos mercados y los llevan a conflictos y guerras entre ellos. Si bien, este resumen de cada una de las obras de Lenin, basadas en la obra de Marx y de Engels, llevaron al sustento teórico para la coyuntura de 1917.Y eso efectivamente pasó: los alemanes querían ganar desesperadamente la guerra, a pesar de contener a los franceses, los ingleses, rumanos, serbios, belgas y otros, en Europa. Pero para poder ganar, necesitaban que los rusos bajaran los brazos. Quien apostaba por ello, era este personaje y su movimiento. En ese sentido, los alemanes vieron como un arma no convencional, podría sembrar el caos y llevaría a regresar a sus hogares a millones de rusos. En 1917, Lenin se encontraba con refugiados rusos en el país de la eterna neutralidad, Suiza. Lo que necesitaba era salir de allí y el gobierno del Imperio Alemán, vio esto como una oportunidad. Otorgó a un grupo de refugiados rusos bolcheviques que se les transportara en un tren sellado, desde Zurich en Suiza, cruzando hasta el Norte, llegando a Berlín en Alemania, cruzar el mar Báltico y llegar a Suecia. Luego, se debía llegar en tren a Finlandia (provincia en ese entonces rusa) y llegar a la capital del coloso terrestre, llamada Petrogrado. Sin embargo (como si observa a diario), las voluntades en política no se consiguen con sólo buenas intenciones. Era necesaria organización y para ello, también dinero. Los alemanes-a duras penas-desembolsaron millones de lingotes de marcos de oro, lo que conllevó a que se efectuara esta actividad. Paralelamente, vio el desmoralizado gobierno provisional ruso, que era imposible sostener la guerra, pero después de llegar Lenin y movilizarse el partido, ya era tarde, porque estalló la Revolución de Octubre de 1917.

En realidad, la revolución ocurrió durante los días 6 al 8 de noviembre de 1917. Esto, es porque, los rusos tenían tanto retraso en sus costumbres, que no cambiaron ni su calendario, al basarse en el calendario juliano, en vez del gregoriano. Esta coyuntura, logró instalar al gobierno bolchevique en el poder, con la consigna, ¡Todo el poder a los soviets y los soviéticos! Pero, ¿qué es un soviet? Pues bien, era un consejo formado por campesinos, obreros y soldados de clase baja, que descontentos con los rigores del hambre, la falta de trabajo y la guerra decidieron reunirse para decidir desde la base, soluciones para la mayoría. Era, al principio, una democracia desde abajo. No eligiendo representantes, que obedecen a grupos sociales diversos, sino que esos grupos eligieran en asambleas a sus representados. Eso, en la práctica, más o menos pasó. Porque después de instalados en el gobierno, se dejó todas las redes al Partido Comunista y ocurrieron disputas internas, que vieron enfrentados a medidas más desesperadas, en ese entonces. Después de finalizada la Primera Guerra Mundial en 1918-1919, se enfrentaron los rusos a la guerra civil, aunque salieron victoriosos, pero la victoria fue cara: se perdieron territorios como Lituania, Letonia, Estonia, Finlandia y Polonia. Se paralizó la economía, hasta el límite y murieron en esa infame guerra, alrededor de 1.700.000 millones de personas (para que se haga una idea, la población de Chile en ese entonces era de 3.690.000), casi la mitad de todo Chile y llevó la idea de la revolución hasta hoy. Aunque, la creación de un régimen socialista, el aparataje de la URSS, el gobierno de Stalin y el derrumbe del comunismo en 1991, es motivo de otra columna.

Significado de la Revolución de Octubre hoy.

Hoy, ya casi por cumplirse 100 años de la llamada revolución bolchevique, cabe preguntarse lo mismo de Lenin, en 1905 ¿Qué hacer?

Pues bien, el mundo de hoy es muy distinto a ese mundo algo conflictivo, conservador y revolucionario. El historiador marxista Eric Hobsbawm, le llamó al periodo que comienza desde 1914 a 1918 (con la Revolución Bolchevique y Rusa al medio), La Era de las Catástrofes. Hoy, no tenemos catástrofes con ametralladoras, con dirigibles, bombas de fisión nuclear o de soldados confinados a morir en trincheras por gases, las ametralladoras rivales, etc. Hoy las luchas, son en la opinión del autor, más locales y simbólicas. El poder no está focalizado en un solo hegemon, sino que hay muchos que pretenden poseerlo, para reemplazar a Estados Unidos. Ya no existen imperios y colonias ni muchísimo menos, existen monarquías como la alemana (Hohenzollern), austro-húngara (Habsburgo), rusa (Romanov) u otras que se le asemejen. Hoy, el poder y los capitales son móviles, volátiles, inestables e interconectados. Ya no hay espacios que no estén interconectados, por lo que hoy estamos en una recesión tanto en Europa, Estados Unidos y el mundo. Pero, los movimientos sociales son locales y se han gestado por el excesivo libre comercio, por las pocas restricciones en el mundo y la debilidad de los gobiernos y los Estado-Nación por frenar la influencia de empresas oligopólicas (que concentran las actividades en un solo postor) y multinacionales como Exxon Movil, Nestlé, Aplee, Microsoft, Adidas, Ford, etc., que concentran todos los aspectos. Quizás, la respuesta es fortalecer los Estados e impedir que estos capitales aterricen con un flujo descontrolado. Al respecto, la desigualdad del siglo XXI, como argumenta el economista francés Thomas Piketty y los economists estadounidenses Joseph Stiglitz y Paul Krugman, se han generado no sólo daños a diversas sociedades por el descontrol de esto, sino que está afectando el medioambiente por la caza de recursos como el petróleo, metales de tierras raras, etc. Eso ha llevado a sociedades hiperconsumistas (no duran los recursos que compra a diario, son casi desechables), que no valoran lo que tienen ni conservan para lo que viene. Lo que quizás no se puede eludir es que:

  1. La falta de democratización, la participación en la redacción de las normativas a nivel local, nacional y mundial, ha impedido y ha generado medidas nefastas, como en Chile, una falta de cobertura educacional adecuada, porque el nivel de empleo es precario, los salarios son bajos y los trabajos inestables.
  2. El actual sistema capitalista (neoliberal) está enfermo: no repunta con recetas de restringir recursos a sectores sociales diversos.
  3. La globalización, está en un punto muerto, porque está disminuyendo los flujos comerciales, no por guerras, sino porque las sociedades no consumen, al no tener empleos y al agotarse esta maquinaria de producción.
  4. Falta reinventar la forma en cómo se resuelven los conflictos a nivel mundial aunque sean localizados con fuentes alternativas de información, que no inventen hechos, sino que sólo los interpreten.

Hoy, no presenciaremos (o presenciamos) hechos de violencia para alcanzar el poder. Es necesario, fortalecer las mayorías con una Asamblea Constituyente en Chile, en dónde se redacte una constitución más igualitaria y construida por todos. Que sea detentadora de derechos y acabe con este sistema neo-libre-mercadista corregido. Y que se definan, las regiones, porque integrarse a un nuevo tipo de globalización (hacia adentro), o enfrentarse a los desafíos de ya no poseer el petróleo y los derivados del petróleo, necesitará mucha investigación y uso de la técnica.

Regresando al asunto de la Revolución Rusa, el pecado de origen del abuso de mayorías, por minorías y pocas familias, fue no permitir que estas no se integren a un sistema que les permitiera resolver sus problemas, desarmando la convivencia social, que llevó a la muerte de jóvenes, a la hambruna y la postración. Para ello, se requiere acuerdos para regularizar este nuevo mundo. Ya no se puede (y es patético) apelar por la vía armada, sino más bien, permitir el equilibrio como sociedad para no permitir hervideros sociales, causados por inequidades y así enfrentar mejor este próximo siglo. Al menos Marx, decía:

“La burguesía ve desaparecer bajo sus pies la base misma que le permite producir y apropiarse de la producción. Antes que nada, produce sus propios sepultureros…” Karl Marx y Friedrich Engels, El Manifiesto del Partido Comunista.

 

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