
Un movimiento simple trastoca la secuencia anunciada en fotografías. Lo hace de manera profunda y otorga a la pared un aspecto amarillo. Nos recuerda los techos de los taxis y su letrero iluminado. El impulso generado en el cuerpo, aun reposado, destroza el epílogo del último sueño: «aquí nos encanta el sol en la cara, rumbo a las costillas», dice un graffitti, escrito a escondidas en un papel doblado, al interior de la billetera.
La escritura de los pies en el suelo, recién pulido, sigue un curso arqueado, corregido por zapatos, con cuero duro en las suelas. Imagino “Los Sueños de Niños” de Bizet, apenas perceptible al oído. Los dedos caen tangencial sobre las teclas del piano y el sonido ocupa justo la superficie de una isla, parecida a una zapatilla de ballet. La danza descomplica la sucesión de notas y reemplaza el timbre de los niños en sus juegos, por gritería en off en una plaza pública. Una ejecución del movimiento opera sin aviso, sobre un intento de sorpresa de las fotos en su inmovilidad y el suspenso, sugiere ser una manera conocida de la respiración cotidiana, pero: tranquilo todo. No pasa nada aun.
En un salto practicado, el ascenso coloca las cosas del lado pueblerino en la trayectoria incierta de las partículas subatómicas. Así es cómo, en el ocaso de las aves, para el último vuelo migratorio, la muerte del cisne traza un umbral fronterizo en las inmediaciones del cielo y de la tierra, como intérprete de los ejercicios de danza ante la barra.
En siete días completos de una semana, Julio no termina antes de Agosto cuando la distribución de las noticias imprime en las páginas un buen asunto: en Siria o Palestina, cualquier lugar de África, en las calles marginales de Curacaví o los surcos rasgados sobre la tierra rural del Valle del Puangue, el esfuerzo personal al límite de un niño y una niña, traduce la voluntad de la infancia al canto del cisne, liberado de un ronroneo constante. Luego se lee en un periódico de poco tiraje, la frase: La frecuencia armónica discontinua, en la discontinuidad de las cosas humanas y la elongación de las emociones, da paso al inicio: es el ritual.
En una clase de danza, la razón para celebrar el momento, convierte el asunto en una cuestión cultural y le otorga sentido a las épocas, las edades, razas, grupos sociales. Se trata de Mercedes Córdoba y ella sabe eso. Lo trasmite a sus alumnos desde su comienzo, cuando decidió ser: una profesora de danza.
Observado los asuntos de otra manera, en cierto rincón del pueblo medio limón partido espera la muerte de un problema, sobre las espaldas de hormigas atareadas. Diversos colores en desuso adquieren una métrica. La cuestión estética de la poesía solo desempolva viejas costumbres: el abuso del comparativo, nostalgia acerca de los primeros amores, la belleza, la expresión del deseo, el olvido en el vicio de vivir o el paso oscilante de la alteración del equilibrio, cuando el peso cambia de un pie a otro
Al fondo, del otro lado, un bosque de eucaliptus, ordenado y pequeño, golpea al viento y parecen conversar. Poco antes, alguien rastrilló las hojas aun del otoño y las dejó casuales, repartidas en proporción. La distancia entre árbol y eucaliptus permitía colgar una hamaca, en cualquiera de sus troncos.
Yo hubiera cortado un limón y mecido en un péndulo rumbo al descanso, con estos sonidos en medio de pausas silvestres. Lo comeré con algo de sal y cuando reconozca unas imágenes de la clase de danza, observada al pasar desde la calle, recordaré al primer amor, no muy diferente del último, en una frase de Deniz: “el barro se arrodilla un momento a los pies de cada ola, como quien contiene el estornudo”. La misma imagen está presente en los ejercicios de barra, de Mercedes, en la Sala Sol, cualquier día.
clases de danza en Curacaví?… dónde es eso?..
ta muy elegante el comentario, no?…
Ella es una gran maestra y persona
Entrega amor y exigencia en su docencia cada vez en sus clases
Gracias maestra mercedes por darnos un poquito de usted cada clase .
Lejos que no leía algo de mi agrado.. realmente me gustó mucho.
Gran persona y amiga personal
lo lei 2 veces y no entendí demasiado, pero me gusto muchooooo… la segunda vez, más que la primera…