Siempre lo comento como algo que nuca debió suceder. Ni siquiera me refiero al Golpe de Estado, que rompió la institucionalidad el 11 de septiembre de 1973 en Chile. Más bien me refiero a esa carnicería venida poco después. Hoy, hay mucha información que nos permite entender y situar a las víctimas de una parte de la línea y a los victimarios, de la otra.
En Curacaví están las historias de las personas que fueron detenidas al día siguiente del Golpe. Vecinos que hoy viven y pueden relatar. Vecinos que fueron fusilados y están sepultados en algún lugar para que sus deudos los visiten. Vecinos que aun no sabemos donde están.
La infamia se hizo presente no solo en el uniformado que dio la orden de la tortura o de la ejecución. Del que pegó o disparó. También del que delató, del civil que participó activamente en ello, no solo durante el acto mismo de la traición vecinal, sino durante todo el tiempo de silencio.
Como este es un pueblo chico, sabemos quien es quien y a mi me sorprende ver a una madre que todavía vive con esa angustia de no poder tener el lugar para ir a dejar flores a su hijo y que este 11 de septiembre caminó en romería desde las afueras de la Iglesia, hasta Av O´Higgins 1440, sede de la antigua Tenencia de Carabineros, donde hoy está el Memorial, administrado por comodato por el Comité de DDHH y Memoria Curacaví. Has sido digna en todos estos días Griselda Rojas Gonzalez y tu hijo Segundo Hernán Antonio Muñoz Rojas, una herida abierta en todos nosotros, al igual que la de Guillermo Barrera Barrera.
Lo que no me sorprende es ver la capacidad para seguir con sus vidas de muchas víctimas que he conocido. Hay variadas reacciones ahí. Algunos han contado todo lo que les sucedió. En el otro extremo, los hay quienes aun mantienen en silencio lo ocurrido. Yo en lo personal, los entiendo a todos. Lo que no entiendo, tal vez porque no he escuchado jamás el arrepentimiento de algún victimario, es esa actitud de quienes aun buscan una excusa que los exculpe y se refugian en unos argumentos febriles, casi propias del delirio.
Creo, hay que trabajar siempre por una vida mejor, en lo individual, algo, sabemos cotidianamente, así como en lo colectivo. El lugar donde está el Memorial debe ser un lugar donde podamos ir a conmemorar; también donde esté presente la oportunidad para hacer actividades, den cuenta cómo es que las personas en Curacaví entienden y hacen suyos, este trozo de tragedia. Un lugar que cumpla con los estándares de un Sitio de Memoria. Y estamos justo a tiempo: se discute en la Comisión de DDHH de la Cámara de Diputados, con participación de las organizaciones de DDHH la futura Ley de Sitios de Memoria. Tenemos que estar presentes ahí.
El Memorial de Curacaví no está reconocido como un Sitio de Memoria. Ello, porque aun no hay marco legal, pero también por el trabajo desorganizado, ineficiente, sin proyección de quienes han tenido el comodato de este sitio. No todo recae sobre ellos que son personas y vecinos nuestros y que al menos pudieron aprovechar una coyuntura hace años para acceder a los recursos, permitieran humildemente tener lo que tenemos hoy. Pero eso no basta, como tampoco basta solo criticar.
La propuesta que trabajamos en la Agrupación Social y Cultural PRAIS “Mártires de Curacaví” es eso: proponer una cogestión del lugar, calendarizar actividades, construir un marco que nos permita asociadamente gestionar este Sitio, conseguir recursos y abrir las puertas para la comunidad. Menos que eso, no podemos hacer si queremos honrar la memoria de simples vecinos, fueron masacrados en Dictadura para dar una señal a los demás: a sangre y fuego, ahora las cosas serán distintas.
En un día conmemorativo a todos los que nos faltan, como cada 1ero de Noviembre, nosotros ahora, organizadamente, con el respeto hacia unos y otros, no tenemos ninguna opción distinta a hacer lo correcto: que el Memorial esté abierto a la comunidad y cumpla su objetivo.