
Conversé en una ocasión con Gricelda en su casa. Fue de tarde y yo acompañé a su hija. En su casa, acostada ella, en ocasiones participaba su nieta. Gricelda, con esa manera de pedir disculpas a las personas cuando reciben una visita inesperada, me dijo: no tengo mucho que ofrecerle; pero ella me ofreció mucho: su relato sobre los recuerdos de su hijo detenido desaparecido y de su vida en el Curacaví anterior y posterior al Golpe de Estado.
Gricelda dice sentirse bien, salvo por unos mareos que le dan y ella nota en su caminar: “mi cuerpo se me va, mijita”, me comenta. Yo veo, en su pieza, hay un bastón. “Este ya es el 4to dia enferma”, me dice y se dispone a conversar.
Ella se acomoda un poco en su cama, mira alrededor y comienza a hablarme. A veces me mira fijo, en otras oportunidades, detiene su vista en las fotos de su hijo que mantiene cerca suyo.
“Yo tuve 9 hijos. Ahora me ayuda en mi enfermedad más mi hija Nana, pero estoy agradecida de todos. Tres ya fallecieron. Entre mis hijos, tuve mellizos”. Gricelda pausa su hablar cuando empieza a recordar a su hijo Segundo Hernán Muñoz Rojas. Es ese, su dolor más grande. “A Hernán no lo dejo nunca, siempre lo recuerdo, siempre está conmigo”.
El recuerdo de Gricelda
Gricelda recuerda: “mi hijo Segundo Hernán era un niño que no sabia ni lo bueno ni lo malo. Era joven; ni siquiera alcanzó a hacer Servicio Militar, pero estaba inscrito. Cuando Carabineros de Curacaví lo tomaron detenido, se llevo con él ese papel del servicio militar, doblado”.
Segundo Hernán pasó a ser, “luego del fallecimiento de mi esposo, el jefe de hogar. El se sentía responsable de todos nosotros. Era re bueno con sus hermanas y se hacía respetar. Mi marido falleció en junio del 73 y estaba como mal. Recuerdo ya se sentía mal para cuando los camioneros en Curacavi hicieron el paro del 73 y se concentraron en el sector de El Estadio. El trabajaba para el marido de la Sra Nena Ramirez del Hotel Cuyuncavi. Mi hijo entonces comenzó a trabajar más y nos traía cosas para todos, para comer y eso”.
“Yo por ese entonces vivía del montepío, también recibía el pago por el familiar y en eso estábamos como familia cuando llega el Golpe de Estado. Imagínese en mi caso, con un marido fallecido recientemente y lueguito después, en búsqueda de mi hijo porque Carabineros de Curacavi se lo llevó detenido y nunca más supe de él. Yo creo, me volví loca. No sabía qué hacer y en ese tiempo estábamos como familia en unos terrenos tomados en el campamento Laura Allende. Había dos campamentos, el otro se llamaba Salvador Alende y estaban uno al lado del otro, allí donde está ahora la población Germán Riesco. En esas condiciones vivíamos cuando me tuve que poner a buscar a Segundo Hernán. Nos juntamos otras cuatro mujeres. Yo andaba con una pala; la Sra Elcira y una madre y su hija que buscaban a su marido y padre, todas solas por los cerros o por donde fuera que nos dieran un dato”.
La conversación con la Sra Gricelda tiene unas pausas largas a veces. Creo, se trata de recordar bien, pero puede ser, es un asunto de la emoción, aparejada al recuerdo. El volver a vivir esa época de tanta significación para ella, ya sea porque la vida es así y todos vamos a morir, ya sea porque la muerte es aun asunto de la represión y el odio de clase. Gricelda, su marido fallecido y sus 9 hijos eran todas personas humildes, que pudieron haber simpatizado, cual más, cual menos, con el gobierno de Salvador Allende, querían una casa CORVI y se unieron a una especie de Comité de Vivienda de esa época y solo querían tener un mejor vivir. “Mi hijo”, sigue de repente la Sra Gricelda, “era un chico que le gustaba el boxeo. Lo practicaba y se ganó algunas peleas. Una vez llegó con una docena de tazas muy lindas y finas. De él, es el único regalo que aun conservo. Yo lo matriculé en la Escuela 429. Todos mis hijos estuvieron en esa escuela y si hoy tenemos esta humilde casita en esta población es por mi hijo Segundo Hernán. El postuló en ese entonces y nosotros pasamos de vivir en un lugar con techo de fonolita a esto. Todos se lo agradecemos. En el campamento estuvimos como 10 años y recuerdo, pasábamos en los inviernos mucho frio. En ese entonces llovía y quedábamos todos mojados. Vivir ahora acá fue todo una espera y sacrificio. Mi hijo Segundo Hernán ya estaba desaparecido cuando recibimos esto y tuvimos que hacer una tanda de papeleo, también tener dinero poder acceder a estas casas. Recuerdo, organizaciones de DDHH nos ayudaron en lo que podían y yo estoy muy agradecida de ello”.
La Detención.
Ese día, nos cuenta Gricelda, “mi hijo estaba acostado porque había Toque de Queda y el me dice: Mamá, me voy a acostar. Alcancé a decirle, bueno, pero te tomas una taza de café y yo un mate y el me contesta: bueno poh. Recuerdo, dentro de su cabecita, tal vez para que no la pasaramos tan mal, hacia chistes sobre el Toque de Queda. Pobrecito, me da tanta pena porque el jamás pensó, eso le podia pasar a el, si el, si no había hecho nada malo”.
Carabineros de Curacaví “llegó esa noche a la casa, golpearon fuerte y entraron no más con sus metralletas como si estuvieran a la búsqueda de un bandido, pero se trataba de mi hijo no más. Lo sacaron altiro de la cama en polera manga corta y calzoncillos. Yo, recuerdo, le decía a mis hijas: tráiganle su ropa y un Carabinero me dijo: no hace falta porque donde lo llevamos estará calientito. Yo igual insistí: tráiganle su ropita y le dije: yo mañana voy a estar allá. Y tempranito estuve allá con una botella con leche y sus zapatos. El estuvo ahí como 3 o 4 días detenido. Yo siempre que fui, lo veía entre los demás, le veía su cabeza, así lo reconocía. El último día que fui, me causó cuidado porque un Paco cortó pa un lado en vez de estar ahi donde yo estaba con mis cositas que llevaba: un pan con palta, con rebanadas de palta. De repente el Paco me dice : ud se me va de acá porque no tenemos pa calentar sus cosas. Luego llego otro Paco y me dice: sabe señora, resulta que a este niño parece que lo mandaron al Estadio Nacional. Y por qué tenían que enviarlo allí, les dije. En eso, se me apareció la imagen de mi hijo en mi cabeza y les dije: no me esten diciendo que a mi hijo se lo comieron”.
Gricelda repite un poco las frases y quiere mantener especial cuidado en elegir las palabras. Entiendo, hace un esfuerzo en todo este relato y yo solo dejo que ella se exprese y si necesita de más tiempo, más tiempo no más. De repente, prosigue: “Lo voy a buscar por mar y tierra y asi fue”, continua Gricelda. “A mi se me clavo en mi mente el niño, mi hijo. Anduve por cerros, por la cuesta donde me decían que mataban. Hasta allá legamos las 4 mujeres y yo con mi pala y las otras con otras cosas. Escarbábamos la tierra y así se nos vino un olor a muerto. Encontramos algo. Nos empezaos a juntar y yo supe que no era mi hijo porque el cuerpo que encontramos, limpié sus manos y vi que no eran las de Segundo Hernán. Tampoco su camisa. El vestía en sus últimos días una camisa amarilla y esta no era. A quien encontramos, parece, era el cuerpo de Justo Mendoza, el hermano de Patricio Venegas. Tenia la cabeza reventada”.
Lo que me dijo Dios
A mi se me viene una imagen o sensación. Se trata de la porfía de una madre por encontrar a su hijo y si bien, Gricelda solo quería un resultado: volver a tener a Segundo Hernán en casa, sin embargo se proveyó de una pala, para escarbar la tierra. Aun así, escarbaba la tierra para encontrar a su hijo vivo y creo, solo hay que ser madre para ello.
Sabe mijita, me conversa Gricelda, “luego de mucho tiempo yo creo que Dios me habló y me dice: hasta cuando buscaras a tu hijo Gricelda y no se; tal vez desde entonces me aferré más a las fotos”. Mire aquí y me muestra una foto de Segundo Hernán, con unos doce años de edad, en el día de su primera comunión. “Para mi, siempre fue importante que todos mis hijos estuvieran bautizados y con su primera comunión hecha. Tenían que llevar a Dios y tenían que ser buenos. Más no quería yo”.
El homenaje
Qué le gustaría decirle a su hijo, Sra Gricelda, le comenté y ella me miró un rato y me dice: “pero si yo hablo con el y le pido que me ayude y que, claro, en un par de años más nos vamos a encontrar. Mi hijo me va a recibir”, concluye, y es lo que ella siente de corazón en este acto de memoria, en su lecho, en su casa, con sus fotos alrededor, su nieta, sus hijas presentes y su hijo Segundo Hernán en su recuerdo porque, memoria sin corazón no es memoria.
Esta Memoria emotiva es la que se aprecia en la entrega este 11 de septiembre por parte del CSD Colo-Colo que llega hasta el Estadio Nacional, para hacer entrega de una ofrenda floral en recuerdo de los miles de hinchas, socios, deportistas y funcionarios que sufrieron los horrores de la dictadura cívico militar. Se recordó que jugadores como Mario Moreno y Hugo Lepe o el doctor Álvaro Reyes fueron parte de los detenidos del mayor centro de detención del país. Además se homenajeo a Segundo Muñoz Rojas, jugador de fútbol de la filial de Curacaví, con unas sinceras y sentidas palabras de Marcelo Barticciotto.
Mirtha Saez Chavez es miembro de la Asociación Social y Cultural DDHH Curacavi
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