5 escritos y una decisión

Fecha:

Curacavi Digital

En 5 escritos y una decisión se aprecia una línea de expresión, si bien en su apariencia, diversa, coincide en todos un mismo lugar: el propio. Es desde el enfado, pero más bien, se trata de cuando se alza la voz con el propósito de ser escuchado tras una larga afonía, que Carreño asimila desde esa Patria derechista a un gran taller literario popular donde la palabra es Apruebo y su negación, el Rechazo. Es también, desde el deseo de Nelly Muñoz por un lugar distinto, a manera de rechazo por el lugar común fabricado a base de marketing publicitario en una eterna invitación al éxito que solo da muestra del escenario bélico entre ganadores y perdedores. Germán Carrasco destaca la solidaridad de estibadores, esas personas que cargan el peso para que otros tengan lo que necesiten, sobre su mesa, y pescadores, los bravos mestizos que en la actualidad persisten con la labor de los pueblos recolectores costeros y se extraña del por qué no hay registro fílmico de las batallas campales a remos y bote en la calle contra los Pacos en una pregunta a modo de ejercicio para saber dónde es que está hoy la masculinidad. En Consuelo Araya Urrutia, el Apruebo se debe a su costumbre por votar siempre contra Pinochet y contra quienes tienen tal miedo inconcebible a la pobreza, que se trepan a los cerros o se van a valles escondidos, parcelas de extensión de pasto, todo: mientras la sequía o fiestas de frivolidad en pandemia.  JP Rodriguez en medio de la confusión que provocó el gentío en el jardín del ex-Congreso para los transeúntes acostumbrados a ver salir o entrar solo a funcionarios y Honorables Diputados, ahora adivinan si se trata de un convencional, periodista o asesor y advierte el temor de la Élite: le tiene pánico a que el roterío piense y hable básicamente porque ello iguala a todos y eso es inaceptable.

El Apruebo es el abrazo que reconoce la distancia hecha cercanía en un espacio de intersección llamado Chile, el hogar de siempre pero olvidado. Es el tiempo de nosotros, de quienes se han deshidratado en sudor a la hora de trabajar por Chile. Nos merecemos un descanso y eso, viene con esperanza. En la pausa del abrazo encontramos al hermano, hermana y ahora, hermane, palabras con la h de hermoso.

Juan Carreño, La Pintana:
A Juan Carlos Vergara y a los jóvenes bruno vidales.

Votar rechazo es tenerle miedo al poema. El estallido impuso su violencia y poética porque nuestra generación (las seilor mun y las gokú) fue criada así: a puro golpe. Chile no es un país democrático, o sí, tal vez: la democracia del dejarse estar y pensar que no podemos escribir ni pico en un baño público.

El metro no se raya ni se quema: el embajador de Suiza me dijo que mi poema estará por siempre en la estación del metro Ñuñoa. Le dije: no faltarán los poetas que vandalicen la estructura. Ojalá sea así. Rechazar un texto es pega de editores nobles y no de gente que no quiere leer y más encima amenaza: LO TIENEN TODO: SIEMPRE LO HAN TENIDO: NOS METIERON EN POBLAS DONDE NUNCA PENSARON QUE LA GENTE TENDRÍA AUTO: EL HACINAMIENTO ES A PROPÓSITO ACASO? QUÉ QUIEREN DE TODO ESTO?.

Rechazar es negarse a escribir. Pensemos como poetas: la palabra es peligrosa. Pensemos como ustedes: es que si lo escriben los cumas está mal hecho. Es que no saben escribir: (hasta ahora hay gente que me dice que el compro fierro no es poesía, ordinario, lee el siglo de oro). El rechazo es el chile que le teme a que la gente escriba, poetas, cómo alejarnos de eso? Cómo tenerle miedo al poema? La convención fue un taller literario con todas sus chambonadas entusiastas en donde el gesto noble es la primicia: escribir. Tanto miedo le tienen a las palabras?. Usted que ha escrito?. Desde el estallido todo Chile es un taller literario. Cosa que los fachos nunca harán, prefieren matar que escribir. Prefieren matar que publicar. Prefieren matar que pensar. Prefieren creerse mejores que escribir. Allí está el texto, el poema: la nueva constitución. Toballa. Celebro. Endenante. Porque tenemos el derecho a escribir mal, apruebo. Porque equivocarse es bonito dijo bad bani. Chile sigue siendo Chile, Chile no será mi Chile porque yo lo escriba. Ni el rechazo ni el apruebo me harán mejor persona, pero prefiero un pueblo que escriba, que esté en tensión, que nos cuestionemos los privilegios y porque si a los fachos les molesta, ojo, ahí es. Pa mí todos ustedes son poetas hasta que demuestren lo contrario. Yo no soy un hombre de letras, yo soy un guacho de palabra, lo que digo lo hago, y lo que hago no es siempre mi deseo y eso lo respeto. Respeto. Algo que en Chile se olvida. Cuando los pobres escribimos saldrán a corregirnos diciendo que así no se escribe. Hay una casta pinochetista que todos los días amanece en mi población, está en la feria, en la gente que no lee porque trabaja, es la misma gente que ustedes tratan de convencer con miedo, con güeás más falsas que la idea de felicidad. Apruebo el tartamudeo, apruebo a Gabriela mistral en sus notas del tala, apruebo el riesgo, apruebo la palabra, apruebo la choreza, apruebo porque la rabia no se extinga con todo esto, y apruebo con ganas, no me vengan con sandeces, el rechazo está contra el poema y contra la aventura, en serio les parece tan chistoso ser chilenos?

Nelly Muñoz Parga, Curacaví:

De mis treinta y cinco años de vida, he vivido desde los veinte y dos en el ejercicio de mi profesión y desde hace once, soy madre soltera, aunque mi hijo asegura, parece de doce. Qué parezco yo cuando me miro al espejo?. Ese es un ejercicio muy ligado a mi rutina. Debo salir de casa con la mejor disposición y mucho de ello radica en cómo saludo, o entrego una sonrisa, en definitiva, desde el rostro. Aun siento, en el transcurso de las jornadas, de las clases, los recreos, todo fuera tal como fue el primer día, mi primer día frente a un curso de niños y niñas. Jóven en ese entonces, mi mayor motivación era enseñar, en rendir, en traspasar conocimientos, en las aptitudes y en lograr ser la mejor clase. Todavía siento ese aire del ímpetu, una fuerza se encuentra en el camino o se lleva dentro. En mi caso, fue un poco ambas. De mis padres recibí esta manera de ser y entender. Una familia formada por un profesor primario, normalista y una dueña de casa. Mucha sencillez y cierto grado de orgullo. Y eso pensé, podría enseñar, de alguna manera, se trataba de eso.

Me entusiasmé con la vida, con mis experiencias, empecé a observar el entorno, a mis vecinos, descubrí por los animales la relación recíproca de atención y afecto, un vértigo hacia la vacuidad o lo que se echa de menos en el paisaje: la ropa colgada cuando los cables están solos, los tachos de basura vacios, el estero Puangue sin el curso del agua o el sentido de la vecindad entre vecinos.

Me agrada la independencia y en la medida, mi hijo crece, la independencia tiende al sinsentido. No es fácil para una madre soltera cubrir todos los aspectos de la emocionalidad y cierta incomodidad en el fondo, entrega el espacio a la angustia, un temor interno. A mi hijo le quedan seis años para ingresar a la universidad. Por otro lado, no tengo una casa propia. Mi Registro Social de Hogares tiene asignado un 90%. Con eso, postular a una casa via proyectos de viviendas sociales es imposible. Con mi sueldo como educadora diferencial, via crédito hipotecario, también y además resulta: me gusta Curacaví. Yo no sé qué pasó entre medio o no me di cuenta, pero de repente, los arriendos y los precios de las casas o terrenos son el triple. Y frente al espejo, reconozco estas preocupaciones. Aprendo a vivir con ellas, creo, mi cuerpo aguanta aun más, sin embargo, está por llegar la mayor de todas: la jubilación.

Soy una persona, se considera sencilla, multicolor, geométrica e interesada en la convivencia. Hoy, este espacio común de la vida se asemeja mucho a un campo de batalla entre ganadores y perdedores. Muchos perdedores y muy pocos ganadores. Unos perdedores ya despiertos, con todo el malestar de la resaca tras la borrachera consumista, pagada con tarjeta de crédito en el supermercado nacional de este estado subsidiario, muy bien definido en la Constitución de 1980. Unos ganadores que jamás muestran un lado amable: son codiciosos en tiempos de vacas gordas y unos miserables dispuestos al abuso de la mentira, en las flacas. Yo, no quiero eso y por el contrario, deseo un lugar distinto, por cierto mejor y ahí, en ese afán, donde además reconozco en mi cuerpo un gran pedazo de tierra dispuesta a dispensar el abono de la esperanza por una sociedad más equitativa para mi hijo, mis padres, los alumnos que he tenido y los que tendré, los animales con los que convivo, los vecinos, los distintos, los parecidos, me entusiasma esta Nueva Constitución paritaria, con pueblos originarios, orientada a las grandes mayorías, escrita y ahora propuesta dentro del tiempo acordado. Todo eso y un poco más es la cita para votar este 4 de septiembre y sencillamente, por eso Apruebo.

Germán Carrasco Vielma, Independencia:

GENTE DE NUESTRO PAÍS QUE ES INVISIBLE HASTA EL MOMENTO PERO SERÁ VISIBLE CUANDO GANEMOS POR GOLEADA: ESTIBADORES, PESCADORES ARTESANALES, MARINOS MERCANTES.

Quiero ser estibador pero es demasiado tarde. Son entero choros. Cuando se ponen bravos no los detiene nada. Otra cosa: cargan la comida que está en tu mesa, los aparatitos tecnológicos que tienes en la mano. Una vez yo estaba en un cerro de Valpo haciendo sombra y me miró uno y dijo, mira, así es muay thai, así en karate, así etc. Era un experto. Y bajó súper alegre a apoyar otra huelga de los pescadores artesanales, que antes los habían apoyado a ellos. Las peleas a remos de los pescadores artesanales contra los pacos son algo que no entiendo cómo no está registrado en cine. O cuando le oía en casa de Oscar Barrientos decir frases al marino mercante Cisternas «ahi tuvimos que descargar cajas de pescado a pleno frío con nuestros hermanos ingleses» o cuando hablaba de lo terrible y duro que es un barco por dentro, las peleas a tajos, los chinos y coreanos. No marinero, a mí me gustaría ser simplemente estibador y tener un cuerpo alimentado de pescado todo el día. Una especie de tiburón de músculos y fibra. Sinceramente no entiendo a las chicas que dicen se acabaron los hombres de verdad. No si los vas a buscar en el drugstore tomando cortado con pastelitos, obviamente. Hay que buscar donde los hay de verdad. Por cierto, los hombres de verdad votan APRUEBO.

Consuelo Araya Urrutia, Barrio Yungay:

Porque hay muertos y ciegos y tuertos y hubo estudiantes y saltos de torniquetes en jumper y con mochilas. En octubre la revuelta desbarató supermercados y por las calles del barrio subían las llamas y de las ventanas colgaban cacerolas, cucharas, parlantes improvisados y carteles “basta” y nos autoconvocamos en Dignity Square. En una barricada, el pueblo constituyente quemó un ejemplar de esa carta otorgada. Mi vecina captó el momento, replicó en cianotipia la foto y ahora la estoy viendo: el recuerdo vivo de esos días en mi pared para no olvidar.

Quemamos también al caballero de la sonrisa y su mediocridad y a quienes le siguieron tan cómodamente mientras la educación subvencionada y otros desastres. Apruebo porque siempre he votado contra Pinochet y contra quienes tienen tal miedo inconcebible a la pobreza, que se trepan a los cerros o se van a valles escondidos, parcelas de extensión de pasto mientras la sequía, fiestas de frivolidad mientras la pandemia. Porque somos muchas más y esto sí prendió, cabres. Voto apruebo, para que termine la radioactividad lesiva a la que hemos estado expuestos bajo esa vieja ley fundamental, para asistir a la caída del antiguo régimen de Chile. Chao Pinochet, hasta la vieja se murió.

Apruebo porque los dinosaurios van a desaparecer. Siempre creí en el profeta Charly García, por lo de desprejuiciados son los que vendrán y otras visiones. Y nosotras estamos más vivas que antes para verlo. Si no tuviera razones para votar apruebo, me bastaría ver a ese océano y desierto que es Zurita, para saber que, como sea, será hermoso.

Juan Pablo Rodriguez, Santiago:

¿Periodista, asesor o convencional?

La convención fue el manguereo de vereda de la política chilena, una bomba de oxígeno que llevará un tiempo percibir como lo que fue. Paritaria, con escaños para pueblos indígenas, con alta representación de independientes; incluso los partidos políticos tradicionales adentro tuvieron que dejar de comportarse un poco como lo hacían regularmente. ¿Periodista, asesor o convencional? Preguntaban quienes esperaban ver, afuera del ex congreso, salir a algún constituyente para pedirles algo o saludar, porque los convencionales constituyentes eran personas comunes y corrientes, y se veían así. Intuyo que es este carácter prosaico y poco dado a la estatua lo que precisamente predispone negativamente a cierta gente a una imagen de la convención (la imagen que instalaron los medios). La democracia de unos pocos nos acostumbró a «odiar a los políticos» y a resignarse al mismo tiempo a que son esos políticos los únicos que pueden hacer política. Es cierto que varias veces la convención operó como curso de colegio o escuela, y hubo mucho –no podía ser de otra manera– ameteurismo, pero escribieron un texto que sintetizó lo mejor de ese grupo de 154 personas que trabajó incansablemente por sacar la pega. Y la sacaron.

La convención fue un espacio para el acopio de palabras. La élite se atemoriza cuando «el roterío» piensa y habla, no porque sea una señal de revuelta, sino porque los pone en una condición de igualdad. «Pueden pensar, argumentar y tomar decisiones igual que nosotros» (¡Qué se han creído!). De esto se dieron cuenta varios de los convencionales de derecha y ultra derecha que bajaban no muy ganosos desde las montaña al centro de Santiago. La convención hizo lo que sus colegios no pudieron: exponerlos como iguales ante quienes veían principalmente como subordinados.

La convención fue un lugar para la circulación de palabras y el relajo de mandíbulas. “No hemos nacido para el canto sino para el acopio de palabras en el rechinar de los dientes”, decía Enrique Lihn. Hemos vivido con bruxismo tanto tiempo, obligados a movernos cabizbajos, a saber perfectamente que todo lo que permita vivir mejor está mal repartido. Esas palabras guardadas hace tanto comenzaron a circular, no con la velocidad aletargada del mundo del trabajo, ni con la eficacia de una píldora de fé o sertralina, sino con el ritmo del caminar.

Elisa Loncón, en el discurso inaugural de la etapa de discusión constitucional: “permitamos que camine la palabra, porque hay que recordar que la palabra pone en movimiento el universo, porque surge de él”.

Cuando gane el apruebo dejaremos de bruxar.

2 millones de Casas del Apruebo

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ApruebaXChile

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