Es el día de la poesía según la UNESCO de Naciones Unidas, y probablemente deba decir algo que suene complicado e intelectual, no sé, algo que avale mi condición de poeta, como vender humo en buen chileno. Precisamente a eso quiero apuntar con esta reflexión en este día de la poesía.
Lo sé, como todo poeta pseudo hispter, medio afincado en Curacaví debido a un proyecto de escritura titulado «Residencial Ema», un poco kitsch y otras situaciones colaterales tal vez peores, me fue inevitable no pensar al momento de escribir estas palabras en dos cosas, primero, la admiración por Rosamel del Valle, segundo, la referencia clásica de Los Simpsons cuándo el jardinero Willy despotrica contra sus compatriotas diciendo “que los escoceses arruinaron Escocia”. Nada más cierto y punzante si pensamos en la poesía del Chile actual.
Remontarnos a la tradición poética de este país, es caminar por los restos arqueológicos de una civilización maravillosa desde dónde emerge uno de los libros más subvalorados de esta elite, “La visión comunicable” de Rosamel del Valle. Y recalco, comunicable. Tal como su nombre lo dice, la poesía está hecha para comunicar, ser un articulador de fenómenos sociales con las herramientas de la época, y es precisamente, lo que no estamos haciendo y todo porque “los poetas estamos arruinando la poesía”, basta ir a ese bastión llamado “La Chascona” y ver como tremendos libros son publicados entre diez personas, a lo sumo.
Sucede un fenómeno interesante, sobre cómo paulatinamente hemos encapsulado a la poesía al reducto de los que escribimos, y a la manera de los perros, lamemos nuestros propios libros, nos criticamos entre nosotros, nos destruimos entre los mismos conocidos con palabras complicadas y pesadas estructuras que nos alejan de las personas, haciendo de la poesía, aquello que Rosamel jamás imagino, un recinto de cuatro paredes. Y las cosas no tienen por qué ser así, de hecho, un poco apuesto a que así no es. Poesía podemos escribir todos en cualquier momento. Recuerdo la experiencia o anécdota que me comentó mi amiga Valentina Pailalleve, una chica con condiciones que yo reconozco y aprecio. Me decía algo así como que la primera vez que escribió un poema fue para una tarea escolar, dedicada a San Francisco de Asís. A Valentina le gustó escribir y me lo comentó, aun día cualquiera de otoño, con estas palabras: «la poesía fue en un principio reinventar una naturaleza de letritas que seguí haciéndolo a escondidas y detrás de las estampitas de los santos. Luego encuaderné las hojas cosidas con lana donde escribía y dibujaba los poemas». Esa fue toda una experiencia que ello no olvida. Con el tiempo «ya no se trataban de santos sino de la naturaleza no más y me puse a hablar rimado y toda la cosa», me comentaba, hasta el día de hoy.
La invitación, queridos poetas en este día que es para todos (tanto para los que escriben como para quienes leen) es salir a la calle, hacer nuestra esa ciudad tan llena de poemas que necesitan ser leídos, releídos y recreados. En el Curacaví de Rosamel del Valle, «Residencial Ema», el de sus productos, las cervezas artesanales, el de su gente de pueblo con las rutinas, se podría escribir, por ejemplo, sobre las escuelas públicas, aquellas que se construyeron como la de la fotografía de esta nota, o las actuales: los patios, los juegos, las cimarras, los besos en los recreos o lo que sea.