Una nota en un diario sobre una práctica sexual considerada un juego llamada “el muelle” o “ruleta sexual”, en la cual un grupo de jóvenes de no más de 16 años mantienen relaciones sexuales sin protección alternadamente hasta que uno eyacula, vuelve a retomar la pregunta planteada hace muchos años ¿Qué tipo de educación sexual le damos a nuestros hijos? En realidad la pregunta debiera ser ¿le damos la adecuada educación sexual ? Hasta hace unos pocos años la educación de la sexualidad se dejaba a exclusiva responsabilidad de los padres, hasta que en el 2010 se dicta la ley 20418 que fija normas sobre información, orientación, y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad, en la cual se decreta que: Dicha educación e información deberán entregarse por cualquier medio, de manera completa y sin sesgo, y abarcar todas las alternativas que cuenten con la debida autorización, y el grado y porcentaje de efectividad de cada una de ellas, para decidir sobre los métodos de regulación de la fertilidad y, especialmente, para prevenir el embarazo adolescente, las infecciones de transmisión sexual, y la violencia sexual y sus consecuencias. Luego en el año 2013, el ministerio de educación incluye dentro de las bases curriculares la formación en sexualidad, afectividad y género.
Pero ¿qué es lo que realmente debieran saber los jóvenes? O ¿qué debemos enseñarles para evitar este tipo de conducta?
Primero debemos tener claro el concepto de sexualidad el cual, no involucra solo la práctica sexual y el coito sino que trasciende mucho más allá. La sexualidad es una dimensión central del ser humano. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual; se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones interpersonales. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales. Esta comprensión integradora de la sexualidad humana adquiere pleno sentido al plantearse conjuntamente con el desarrollo afectivo.
En este sentido la educación sobre la sexualidad se debe dar en todas las etapas de la vida ya que la sexualidad no sólo tiene que ver con el acto de reproducirse, sino que representa la generación de deseos, sentimientos, fantasías y emociones, es decir, el desarrollo de una identidad sexual, que se puede definir como aquella parte de la identidad del individuo que le permite reconocerse y actuar como un ser sexual.
Muchos padres esperan que el niño “entienda” de que se le habla e incluso evaden las preguntas de sus hijos esperando el “momento oportuno”. Entonces, cuando empezamos a educar del tema? En realidad la educación sexual comienza desde el embarazo. Cuando una mujer está embarazada ya empieza a crear expectativas hacia ese hijo o hija, simplemente al pintar la habitación de un color o al ponerle una ropa u otra ya estamos educando sexualmente.
Y es que al contrario de lo que muchos consideran, la educación sexual no es sólo explicar cómo poner un preservativo. La educación sexual es información, pero también habilidades, valores positivos, actitudes ante muchos aspectos de la vida (cómo tratas a tu pareja, por ejemplo), la prevención de la violencia de género, la orientación sexual o el reparto de las tareas de casa, es un proceso continuo que se aprende al observar desde pequeños el entorno familiar y social y las relaciones que forman parte de él.
En la pubertad (por lo general, comienza entre los 8 y 13 años en las niñas, y entre los 9 y 15 años en los niños) y adolescencia, el desarrollo sexual experimenta etapas de cambios constantes, donde el deseo y los impulsos sexuales dominan a una parte racional que no está del todo desarrollada. Por ello, recibir una buena educación sexual es muy importante, no sólo a corto plazo, es decir, para que el adolescente supere sin riesgos sus etapas de maduración física y psíquica, sino también para establecer el comportamiento sexual que tendrá el joven cuando sea adulto.
Para ello lo ideal es no eludir temas ni adoctrinar, así como tampoco hay que enfocar las cuestiones de forma diferente dependiendo de si estamos hablando con un hijo o una hija. Debemos tratar la educación sexual con la mayor naturalidad posible y aprovechar para abordar estos temas momentos o circunstancias cotidianas, como una serie, una anécdota que pasa en la clase del adolescente o en su entorno para exponer lo que los padres piensan, darles posibilidades y opciones diferentes para que conozcan otras perspectivas sin imponerle ninguna. Es importante dar opinión intentando no juzgar, ya que el adolescente lo capta rápido y piensa que si le pasa algo parecido no podrá contarlo ya que sabe lo que le espera.
La educación sexual debe incluir:
- Todo lo que son los cambios puberales y la situación de la propia imagen, no sólo los cambios más físicos, también los sociales.
- La identidad de género, es decir, cómo se siente el adolescente (hombre, mujer, neutro, ¿tiene dudas?).
- Las relaciones personales respecto a la familia y el grupo de iguales. En este campo es interesante tratar el tema del enamoramiento, la pareja y los celos.
- La respuesta sexual, los anticonceptivos y el aborto.
- Las infecciones de transmisión sexual.
- La orientación sexual.
- La prevención de la violencia de género y la violencia sexual.
- La pornografía y la prostitución.
Y si los padres no saben la respuesta lo adecuado es ser sinceros (decirle que no sabemos pero que lo buscaremos), si el tema supera las capacidades de los padres buscar un profesional idóneo y acompañar (en lo posible) para aclarar las dudas, así el niño(a) o adolescente notará la preocupación de los padres y los padres crecerán junto con su hijo.
Para finalizar, en mi experiencia como matrona, he notado que muchas madres llevan solo a su hija no para una consejería de educación sexual sino para evitar el embarazo cuando sospechan que ha iniciado actividad sexual, lo que me parece muy discriminatorio ya que cuando una adolescente se embaraza no es solo responsabilidad de la mujer, los hombres también debieran recibir esta consejería e idealmente si se hace en pareja. Por otro lado, no solo el embarazo es una situación de riesgo, tal como le pregunto a las madres que traen a sus hijas ¿ Usted cree que el embarazo es lo más grave que le puede suceder a su hija si inicia relaciones sexuales precozmente y sin protección? Y qué pasaría si se contagia de HERPES, SIFILIS, GONORREA, SIDA?