Osvaldo Gallegos Parada, autor del poema “Chicha de Curacaví”, curacavinano de nacimiento y corazón, profesor de lenguaje e hijo de don Osvaldo y la Sra Nenita (ambos ya fallecidos) del rubro “Suplementeros”, tiene su biografía oficial publicada en la consistente página web www.curacavi.com y da cuenta que nació en Santiago el jueves 3 de febrero de 1960 a las 23.30 hrs. con meridiana puntualidad en la Maternidad del Hospital San Borja, deteniéndose la balanza en los 4,800 Kg. Allí estuvo asomándose a la vida en medio de árboles durante cinco días (nunca se supo si fueron 5 o 2), para trasladarse luego por la cuesta Barriga en el taxi de don Guillermo Castillo (Q.E.P.D) rumbo a Curacaví donde permaneció por 32 cortos y agitados años.
Estudió y se dejó estudiar por quien hoy abnegadamente comparte su realidad. Cursó la enseñanza básica en la otrora Escuela 285 y su adolescencia la forjó en el Liceo de Hombres de Curacaví. Entre 1974 y 1980 su pase futbolístico perteneció al club de deportivo Atlético de Curacaví, donde conformó el mediocampo con Leandro Vilches y Jaime Gatica, el Pollón. Posteriormente al no existir en la práctica ningún interés por club extranjero y nacional alguno, asentó cabeza y se dedicó al estudió de Licenciatura en Castellano en la Universidad Blas Cañas. Cursó su Magíster en la USACH. Al caer la tarde se dedica obedientemente a lavar platos, regar plantas, cachar dónde está el gato y ordenar sus libros.
Chicha de Curacaví
La vendimiosa chicha de Curacaví
corre, corre por los paisajes rurales,
corre y vuela como un pájaro líquido,
corre por la sangre con la fuerza de la tierra,
de la sagrada vendimia humana.
Clara, dulce, fuerte y sustanciosa
de mascarla con los dientes apretados
como triturando su deleite,
como queriéndole sacar sus verdades, sus chúcaras verdades
arraigadas en lo más popular de la memoria pueblerina.
La vendimiosa chicha corre de chuico en chuico
y zapatea una cueca larga en la fonda de la vida,
corre, corre como un río interminable
zarandeada en noches con estrellas,
cae, cae como lluvia pródiga
en el aro que pone en suspenso a la muerte.