Sobre la odisea de un grupo de marineros rumbo a Las Indias, tras 71 días de navegación, se puede leer mucho; sobre todo, aquella visión que da cuenta de un “Encuentro de 2 mundos”.
El escritor Bernardo Veksler, relata en un artículo que un siglo después de la llegada de la Santa María, La Niña y La Pinta a las Antillas, de los más de 70 millones de nativos americanos preexistentes, sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero, fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y a las enfermedades importadas por los europeos, que encontraron a sus organismos sin los necesarios anticuerpos para resistir a virus y bacterias invasores.
La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio.Para sustituir a los americanos, se propició la cacería de seres humanos, se arrancaron millones de africanos de su tierra ancestral y se comerció con ellos para utilizarlos como mano de obra esclava en socavones y plantaciones.
El sociólogo mexicano-alemán Heinz Dieterich Steffan, en exposiciones académicas, de manera contundente, fijaba esta fecha como el inicio de la apropiación, hecha carne con el saqueo y el genocidio, dulcificado con una propuesta evangelizadora, no muy distinta de cómo la Inquisición, aplicaba la rectificación en aquellos súbditos caídos en desgracia y destaca: el saqueo continua.
Puangue I
Una vez se le ocurrió imaginar imaginar al curacavinano Leonel Gatica Cardemil, cómo fue, en este Valle del Puangue (denominado tal vez de una manera, jamás sabremos), se dio ese primer encuentro entre quienes ya estaban acá, por demasiado tiempo y quienes apenas aparecían, en la frontera y el resultado fue: Puangue ¡. Ya no era 1942, pero la manera de hacer las cosas, no varió.
«Hay un desasosiego en la atención. Qué lo conmociona?. Misericordia y elegancia para lo que es brutalmente natural?. Sucio, sin estética y torpe, camino sobre la tierra. El día está húmedo. Volveré a saludar al viento. Las flores se desordenan. Quisiera ayudarte y sin mayores condiciones y si no: moriré con escándalo. Ir a cerrear para luego pronunciar los nombres de todos tantas veces como el viento lo permita. Habrá una ceremonia para que que ninguno muera, sin el permiso del otro. Nuestras tumbas sin embargo, no estarán vacías. Pobladas con los desperdicios que un día el pueblo olvidó; en su abundancia las moscas tendrán un festin sin piedra. La fragancia toda se concentra en el extremo de la pestilencia. Nada, excepto el parecer sobre el color del cerro, un poco diferente, es distinto a un río abandonado en la mugre. La tonalidad se carga al marrón. Hacia el norte se dirigia el viento en un día de cielos limpios, sin aves. El impulso no se lleva la sombra. Parado frente al valle, el estero Puangue casi baja en silencio. Los juegos de los niños sacuden un crepúsculo baldío. Ellos son la verdad de la costumbre.
Lento y atentos llegan unos hombres de bronce arriba de sus bestias. Fue ayer que prometí no verte más?. En el sabor de los últimos momentos, el miedo hace que me exprese pésimo. Solo deseo decir: quiero que te vaya bien. Que tu y mis hijos y los hijos de mis hermanos, estén bien. Quiero que tu me digas que lo sabes; que podemos estar tranquilos.
Más rato: el fin de lo propio y el principio de la masacre, el despojo y el mestizaje. Las piedras, ya no tendrán sus tacitas y nuestros muertos serán náufragos, en el vertedero del olvido».