
Mientras en todas las regiones del país se organizan actividades de conmemoración de los 30 años del triunfo del NO, con un rol destacado de los partidos políticos contribuyentes en esa jornada, donde se integran diversas iniciativas ciudadanas, el gobierno del presidente Piñera se debate ante este hecho entre el tibio reconocimiento de los menos y el escozor que aún provoca entre los más de sus partidarios, otrora adictos fieles del dictador. En el intertanto el gobierno busca recuperar el denominado “control de agenda” para lo cual junto al obligatorio proyecto de presupuesto año 2019, ha expuesto con una profusa difusión en los medios de comunicación las bondades del plan Araucania. También anuncia la presentación de su proyecto de reforma Previsional. Esto mientras muestra su ineficiencia para enfrentar el conflicto medioambiental en Quintero. En política internacional padece de un insensato seguidismo del decadente EEUU. Abandona criterios de Estado necesarios de cultivar en esta área, considerado el dato que estamos a pocos días del pronunciamiento del Tribunal de La Haya por el litigio con el Estado de Bolivia.
Vamos al grano: el proyecto de presupuesto considera un 3,2% de incremento en relación al año anterior, el aumento más escuálido desde 2011. Esto en consecuencia hace dificultoso el cumplimiento del programa que ofreció como candidato, siendo más probable el recorte de programas sociales. Es sin duda un presupuesto que tampoco se hace cargo de la guerra comercial iniciada por Trump y sus efectos en nuestra abierta economía, negando a que el Estado, a través del gasto público, pueda jugar un rol.
El Plan Araucania recoge pálidamente, demandas que históricamente ha levantado la izquierda y el progresismo en relación a la representación en lo político de los pueblos indígenas, tiene sin embargo su eje central en destruir la noción de territorio mapuche, pasando de bien comunitario a propiedad privada, lo que posibilita la expansión de la industria forestal.
En conclusión, en ambos proyectos se puede leer nítidamente la matriz pro empresarial que anima la gestión del actual gobierno. En respuesta a ello, pero también con una perspectiva de futuro, la Central Unitaria de Trabajadores, al celebrar 30 años de existencia, en su último Consejo Nacional Ampliado acordó iniciar un plan de movilización cuya primera expresión se materializará el próximo 8 de noviembre. Este llamado de la CUT tendrá éxito en la medida que se logre unificar, masificar y organizar las diversas demandas que surgen del mundo popular, sin duda las que tengan relación con el ámbito laboral, pero también las medioambientales, las feministas, las de los estudiantes, la de los pueblos indígenas, como no las que surgen del espacio de los derechos humanos y la lucha por la paz.
La responsabilidad de hacer cuidadanía recae principalmente en nosotros; una ciudadanía activa que de sentido y curso a las promesas electorales del entonces candidato Piñera soltadas en la segunda vuelta, todas copiadas del programa de su contendor. De ahí la importancia que la movilización del próximo 8 de noviembre sea contundente, de lo contrario se normaliza el payaseo tan visible en este presidente: y su gobierno: Ministro de Hacienda recibe crédito CORFO para emprendimiento y compra colegios, para el Ministro de Salud baja perfil de intoxicación en Quintero-Puchuncaví, Chile no firma el Acuerdo de Escazú mientras en discurso ante la ONU Piñera se presenta como el más ambientalista.
Cuando coincide la vergüenza con el hecho lastimero nace el ámbito de lo patético. Eso es lo que queda en la retina de los chilenos la instantánea del presidente Trump con Piñera sosteniendo una bandera de los EEUU, con un recuadro al centro donde sale una bandera chilena y para agravar las cosas, asevera lo que le sale tan bien: una tontera: “Chile está en el corazón de la bandera de los EEUU”. Por cierto, se trata de un truco gráfico porque el original de la bandera de los EEUU no permite lo mostrado por Piñera, pero de trucos esta persona sabe de sobra.