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El desalojo de las humanidades o el automatismo profesional

Destacado El desalojo de las humanidades o el automatismo profesional Agencia UNO

Cuando Baldomero Lillo escribe el “Alma de la máquina” y narra el estado de alienación y enajenación de los obreros autómatas evidencia uno de los sentidos más opresivos del trabajo: la anulación de la condición humana de los obreros. Dicha situación no sólo viene a ser representativa de una condición laboral miserable sino también de una clara muestra de la deshumanización de la vida en pos de la producción de riquezas para unos pocos.

Esta situación propia de la realidad de hace más de un siglo en Chile hoy está ad portas de repetirse en los distintos niveles de la formación profesional. Y es que con el argumento tan bien ponderado por el “Mercado” laboral, que no es más que el interés del conjunto de gremios empresariales, se ha ido hegemonizando la idea de una formación profesional de carácter “innovador”, pensando en los cambios continuos y constantes que sufre la sociedad por los adelantos tecnológicos, lo cual ha impuesto en las Universidades y centros de formación profesional, Institutos Profesionales (IP) y Centros de Formación Técnica (CFT), la premisa de cambiar arbitrariamente mallas curriculares y, por ende, el conjunto de saberes integrales que cualquier profesional debería poseer, poniendo énfasis en los conocimientos técnicos específicos porque eso asegurará una mayor inserción laboral de los nuevos profesionales formados. Hay que saber hacer para trabajar bien. Esa es la premisa.

Sin embargo, cabe preguntarse por ¿cuáles son las consecuencias que esto traerá en el mediano y largo plazo? Por lo pronto, estamos siendo testigos de cómo en las diferentes instituciones de educación superior, principalmente en las Universidades, están desalojando a las humanidades de la formación profesional de sus estudiantes, considerando los ramos de filosofía, historia y literatura como meros “distractores” o en su defecto como “complementarios” a la formación “técnica” profesional, dejando aspectos fundamentales de la educación superior fuera del alcance y acceso de todos los nuevos profesionales que se están formando, pero peor aún están dejándolos sin espacio para el desarrollo de la capacidad crítica, reflexiva, creativa y propositiva, pues el “aprender haciendo” no asegura una meditación razonada si no hay una práctica formativa que enseñe las posibilidades y dimensiones que todo ello significa, sin sumar las potencialidades que promueven en el propio ejercicio de la profesión, tanto el pensamiento crítico como el reflexivo en el aprendizaje de las humanidades.

Currículum por competencias, Innovación Curricular, Aprendizajes Activos y un largo etcétera se suman como conceptos cotidianos en las aulas universitarias sin abrir espacios de diálogo y reflexión de las comunidades, salvo excepciones, para dar pie a lógicas empresariales en la reestructuración de las unidades académicas en pos de intereses comerciales (ingresos/egresos; costo/ganancia) en las que la ingeniería hoy tiene más opinión que los cuerpos académicos colegiados dentro de las unidades que componen las carreras y, por ende, en las propias instituciones.

Esta situación de desalojo de las humanidades es complementaria con las políticas institucionales de una lógica de la investigación científica como única vía de desarrollo, sin entender que no se obtiene nada bueno de avances científicos sin capacidad reflexiva, crítica y de conocimiento histórico de los sujetos sociales, situación que lleva a poner celulares de última generación en niños y adolescentes que no son capaces de leer un párrafo completo de manera clara y analizar comprensivamente lo que dice el texto o que lleva a “científicos” a creer que sus trabajos son más importantes que el de humanistas y artistas porque logran productos de mercado o “tecnología” para ricos que pueden costearla, olvidando que la ciencia se originó gracias al pensamiento filosófico racionalista que la promovió contra el dogmatismo de la fé y el cual lo ha criticado para el propio beneficio y desarrollo de la ciencia.

En este sentido, la deshumanización de la formación profesional sólo creerá individuos autómatas como los que describía Lillo hace un siglo sin capacidad de cuestionar ni cuestionarse sobre la labor que realizan. Tamaño problema para una humanidad que hoy posee los mayores índices de “escolarización” en la historia, con tecnologías al alcance de la mano, pero que no se sabe cuáles son las consecuencias de su uso ni los límites de su instrumentalización.

Fuente: www.institutoneumann.com
Modificado por última vez enJueves, 17 Agosto 2017 21:10

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